Asidonia-Jerez

"El cumplimiento externo de los preceptos es, a veces, el escudo de los mediocres"

Monseñor José Rico Pavés, obispo de Asidonia-Jerez, reflexiona desde la lectura del Evangelio de este XXX Domingo del Tiempo Ordinario

Gabriel Álvarez

Jerez - Publicado el - Actualizado

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"De nuevo, en el Evangelio de este domingo, unos fariseos se acercan a Jesús para ponerlo a prueba", avisa monseñor José Rico Pavés, el obispo de Asidonia-Jerez, en su reflexión semanal de este viernes. "Como en otras ocasiones, la pregunta que le dirigen tiene que ver con el cumplimiento de la Ley" apunta para analizar la actitud de quien "escucha y responde aunque sabe que se acercan a Él con intención torcida". No en balde, "los que querían atrapar a Jesús se descubren atrapados por la fuerza de su Palabra y por la luz de su enseñanza".

Dice el pastor que "el cumplimiento externo de los preceptos, incluso de los que se refieren al Señor, es el escudo que muchas veces utilizan los mediocres para ocultar su hipocresía". "Jesucristo recrimina la hipocresía de los que saben lo que el Señor quiere y exigen a los demás lo que ni siquiera ellos están dispuestos a vivir", añade indicando que "en la hipocresía farisáica se muestra el drama de la mediocridad: apariencia de justicia por fuera, vacío y ausencia de virtudes por dentro". Y concluye: "La enseñanza de Jesús contiene el antídoto contra la hipocresía y la mediocridad".

Cuando llegamos con la Iglesia al XXX Domingo del Tiempo Ordinario, "la Liturgia pone en nuestros labios una petición: a Dios todopoderoso y eterno le pedimos que nos conceda amar sus preceptos", señala Rico Pavés". La pregunra es si "¿es posible amar los preceptos del Señor?". Y se detiene el obispo en que "parece que no hay nada más contrario al amor que los preceptos pues un amor exigido en cuanto que es obligado deja de ser amor". ¿Qué significa entonces amar los preceptos del Señor? "Significa ante todo descubrir que en los preceptos del Señor está el secreto para aprender verdaderamente a amar", explica.

En su reflexión, el pastor diocesano repara en la "paradoja sorprendente de la condición humana" que signidica que "para vivir en libertad, el corazón humano necesita conformarse a la voluntad de su Creador". Y lamento que "el drama de muchos de nuestros contemporáneos está en considerar a Dios como un competidor o agresor de su propia de su propia libertad y no se dan cuenta que, al separase de Él o plantear la vida como si Dios no existiera, se acaban sometiendo a dioses que no lo son. Es decir, a los ídolos de nuestor mundo".

Concluye su reflexión indicando que "Jesucristo, en el Evangelio, nos presenta el fundamento de la verdadera libertad al enseñarnos que el amor a Dios y al prójimo es la síntesis de los mandamientos divinos". Así como que "demuestra amar a Dios quien se entrega amorosamente al prójimo; y ama de verdad al prójimo quien se deja amar por el Señor y hace de toda su vida una respuesta a su amor". "Enseñanza siempre antigua y siempre nueva: para vivir en libertad, el camino es el amor a Dios y al prójimo", finaliza.

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