Omar Bekri, migrante marroquí en Córdoba: "El sueño europeo se rompe al pisar España y sentirte solo"

Trabaja en la costura gracias a la empresa de Cáritas Solemcor, que le ha ofrecido un presente y un futuro en Córdoba tras siete años de batalla

Laura García

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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Omar Bekri es marroquí, tiene 25 años y reside en Córdoba. Reconoce, cuando el microfóno se apaga, que contar su historia le provoca dolor. "Es como si mi cerebro quisiera bloquear algunos recuerdos que me angustian. Me resulta más dificil expresarlo con palabras que haberlo vivido", dice, a pesar de que tiene mucho que contar. Con 18 años recién cumplidos, se tiró al Mediterráneo en patera en busca de un futuro mejor para él y su familia y aguantó cinco días en el mar. Quería llegar a España, "trabajar de lo que fuera" y enviar dinero Marruecos. Lo hizo. Pisó tierra gaditana, en Barbate, y lo acogieron por error en un centro de menores del que salió al poco tiempo.

Huelva fue su siguiente destino porque allí le ofrecieron trabajo "de forma ilegal", expresa, al recordar que "era lo único para lo que no me pedían papeles ni nada, lo único que me dejaban hacer". Pasó alrededor de ocho meses trabajando en la recogida de piñones en árboles, con la mala fortuna que el destino le guardaba cuando sufrió un accidente y cayó al suelo en un desplome que lo dejó un año ingresado en Hospital Virgen del Rocío de Sevilla con una paraplejia. Salió en silla de ruedas con la vida tornada, "fue un vuelta a empezar y un rechazo social muy fuerte. Ya no les servía, me echaron del trabajo y a mí me quedaba todo por aprender en esta nueva rutina en la que todo me costaba el doble", explica.

En ese momento, su destino cambió. Recaló en Córdoba, en un centro de recuperación, en el que vivió los siguientes siete meses de su vida recuperándose del trance hospitalario y otras enfermedades que esa estancia le habían generado. El tiempo en ese centro se agotó "porque ya no había mucho más que hacer. La situación era desgraciadamente irreversible y poco más podían hacer por mí", relata. Le acogió en su casa una mujer "que me ayudo mucho, pero a la que yo sentía que le estaba frenando los pies. Ella tenía que seguir trabajando, haciendo su vida, yo no podía ser un estorbo para ella y decidí acudir a la casa de Acogida Madre del Redentor de Cáritas". En todo ese tiempo, explica que su familia le había repudiado, "hicieron como que no me conocían, estaba solo".

La organización fue su red y su punto de partida. Le enseñaron a hablar castellano y a desenvolverse en otros mundos: se sacó la ESO, el carnet de conducir y aprendió materias hasta el momento desconocidas como el márketing o cocina. "Hice cursos que me gustaron, pero que no me servían en la práctica por mi incapacidad física. No podía trabajar en una cocina. Si me preguntaban en qué quería trabajar, no sabía qué responder. Cualquier idea de futuro que hubiese tenido en algún momento, ya no encajaba con mi silla de ruedas", sostiene.

La mano amiga de Cáritas

"Más que una mano amiga, ha sido una mano familiar", reconduce Omar cuando se le pregunta. Habla de Cáritas y del esfuerzo que han hecho los voluntarios y sus compañeros en la Casa de Acogida desde que hace cinco años entrara a formar parte del grupo de personas que la habitan. "Me han rescatado. Hoy hago cosas que jamás imaginé que podría hacer y soy feliz e independiente", explica. Bekri es una de las 980 personas a las que la empresa de Cáritas Solemcor ha dado trabajo durante 2022. Se dedica a la costura y es uno de los cuatro empleados del taller que dirige Rosa, que asegura a COPE estar "encantada con el trabajo que hace y la ilusión que desprende". Destina su rutina a la ayuda en preparación de telas para reparación que luego serán enviadas a varias tiendas de una de las empresas multinacionales más grandes de moda de España. No se lo esperaba y, desde luego, no estaba entre sus planes, "pero la costura me ha enseñado que puedo hacer cualquier cosa que me proponga". Hace un mes que salió de la casa de acogida y se independizó.

La cara B de la inmigración

"Cuando decides que debes dejar tu país y buscar un futuro mejor en Europa, lo único que hay en tu cabeza es el paraíso europeo. Nadie de cuenta la parte negativa, que estás solo, no hablas el idioma y hasta ir a comprar una barra de pan te supone un problema", expone Bekri. Habla de racismo, "aunque hay mucha gente buena, pero trabajar sin papeles te pone una etiqueta que no te corresponde". Ahora, afortunadamente, siente que tiene un espacio propio y una familia que compartir en Córdoba. La provincia cuenta, en datos de 2022, con un total de 21.573 residentes extranjeros, de los que 4.135 proceden de África, según los números extraídos del Instituto Nacional de Estadística.


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