Crónica de un lunes distópico en Córdoba

Los cordobeses vivieron entre la curiosidad, el desconcierto y el miedo un día en el que estuvieron sin luz, pero que no olvidarán

La calle Cruz Conde, de noche y sin luz
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La calle Cruz Conde, sin luz

Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el

3 min lectura

Eran las doce y media de un lunes 28 de abril. Uno cualquiera. De repente nuestros quehaceres quedaron interrumpidos súbitamente. Sin luz, nada funciona incluso de día. Los cordobeses, después de los cinco minutos de cortesía que se entregan a la duda comenzaron a sentirse a medio camino entre un libro de Philip K. Dick y un capítulo de Los Simpsons y recordando en porcentaje similar consejos de nuestras abuelas y de Ursula von der Leyen sobre la conveniencia de tener siempre en casa velas, linternas y pilas. Debajo de la redacción de COPE en la Plaza de Cardenal Toledo un grupo de trabajadores debatían sobre la insólita experiencia.

De lo local a lo continental. De Alcolea a Lisboa. Las calles se poblaron desde el mediodía de hipótesis y miedos a partes iguales. Las pocas certezas llegaban de manera intermitente a través de mensajes de whatsapp de familiares.

No fueron uno ni dos los cordobeses que aprovecharon la oportunidad brindada por la huelga de electrones para tomarse alguna cerveza mientras conservaran el frío en las terrazas del centro. Los camareros mantenían a duras penas el ritmo de trabajo mientras propietarias de restaurantes, como Rosario Vacas de La Conchinchina, empezaban a pensar en los perjuicios económicos que podrían sufrir si las neveras no recuperaban la energía con prontitud.

LA ESTACIÓN DE TREN CERRÓ SUS PUERTAS MIENTRAS LA POLICÍA LOCAL REDOBLABA SUS ESFUERZOS PARA MANTENER EL ORDEN EN EL TRÁFICO

En torno a las dos de la tarde las sirenas de bomberos y policía señoreaban por las calles de Córdoba. A pesar del caos que podría haber provocado la falta de semáforos, apenas se registró un accidente grave, el de un Dacia Duster en la Avenida del Aeropuerto. La eficiencia de los policías locales dirigiendo el tráfico y la psicología de la percepción de los cordobeses al volante fueron providenciales.

Mientras los comercios cerraban sus puertas los supermercados en los que podían tirar de grupos electrógenos registraban colas exageradas de ciudadanos que pretendían hacer acopio por si las moscas o, simplemente, que no encontraban otro lugar donde comprar pan para el almuerzo.

El relativo desconcierto ciudadano se volvía estampa distópica conforme uno se acercaba a la estación de RENFE. Por el vial norte una mancha humana se dirigía escoltado por dos trabajadores de ADIF y por la policía hacia sus puertas después de haber tenido que abandonar un tren que se dirigía a Málaga.

El acceso a la estación estaba cerrado, por lo que la sombra de los aparcamientos de motos se cotizaban. La tarde fue dando noticias, a cuenta gotas, esperanzadoras. La Red Eléctrica prometía, con un margen de tiempo que luego fue superado con creces, devolver la luz a los hogares y el alcalde José María Bellido emitía un mensaje de tranquilidad.

Como expresaba el primer edil especular con el regreso de la luz era absurdo. Los generadores, como este que suena en el Hospital de la Cruz Roja, permitían que los centros hospitalarios no perdieran el ritmo y los ciudadanos, conforme la luz se iba perdiendo, comenzaban a tirar de la cera de sus velas y las pilas de sus linternas. Unos pocos se aventuraban en la oscuridad de la noche, sobre todo jóvenes curiosos. Y para evitar cualquier contingencia la policía no dejó de patrullar. 

Y todos nos fuimos a la cama con la esperanza de que la luz del día nos trajese la luz de Edison también. Y la luz llegó de madrugada con el margen suficiente como para que el 29 de abril fuera un día normal. Pero eso ya fue otra historia que no contaremos a nuestros nietos.

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