Una nueva vida para RozaÁngela tras un año y cuatro meses en la casa de acogida de Córdoba

RozaÁngela es una mujer brasileña de 57 años. Diversas circunstancias la llevaron al "sinhogarismo" y pronto dará comienzo a un nuevo capítulo de su vida

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Una nueva vida para RozaÁngela tras un año y cuatro meses en la casa de acogida

Redacción COPE Córdoba

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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En el corazón de la ciudad, más allá de las luces y el bullicio, se oculta una realidad dura y a menudo invisible: la vida en las calles. Sin embargo, en medio de esta adversidad, existen atisbos de esperanza que brindan refugio y un nuevo comienzo a quienes más lo necesitan.

Con la llegada del calor y las altas temperaturas, el riesgo de sufrir un golpe de calor aumenta y son las personas sin hogar las más vulnerables en esta época del año.

Desde la Delegación de Servicios Sociales y el Ayuntamiento de Córdoba, se ha puesto en marcha el Plan Ola de calor. Pretende dar cobijo a aquellas personas que se encuentran sin hogar, con el fin de evitar la sobreexposición al sol durante las horas más calurosas del día.

Esta iniciativa comenzó el 1 de junio y se mantendrá activa hasta el 30 de septiembre. Durante este período la Casa de Acogida ofrece comida, aseo o estancia diurna. De igual modo, están disponibles los distintos servicios que presta el centro como el servicio de registro, de inserción laboral o gestión de prestaciones económicas y sociales. Todo ello con el objetivo de fomentar la inserción de las personas en situación de “sinhogarismo” para que puedan acceder a una vida digna y estable.

Vivir en la calle es enfrentar una lucha constante contra el clima, la soledad y la incertidumbre. Cada día es un desafío para encontrar refugio, comida y seguridad y la ausencia de un entorno estable y el estigma social solo agravan aún más su difícil realidad.

“Vivir en la calle es como la jungla: aquí hay que sobrevivir como se pueda y de la manera en la que se pueda”

Laura Navarro, trabajadora social de la Casa de Acogida Campo Madre De Dios, nos cuenta que “cuando vienen aquí, esto es un cajón de sastre”. Añade que las personas sin hogar vienen “completamente disociadas de la propia realidad” como una medida de supervivencia y autoprotección pues, tal y como afirma, “vivir en la calle es muy duro, tu cabeza busca los mecanismos que sean para que pienses que todo está bien, cuando la realidad es que no hay nada bien”.

Una nueva vida para RozaÁngela tras un año y cuatro meses en la casa de acogida

Laura Navarro, trabajadora social de la Casa de Acogida Campo Madre De Dios

Estas personas, que no tienen ingresos económicos ni acceso a las prestaciones sociales, viven conforme a la ley de la supervivencia pues, “vivir en la calle es como la jungla: aquí hay que sobrevivir como se pueda y de la manera en la que se pueda”.

RozaÁngela, un año y cuatro meses de lucha

La pobreza, la enfermedad, las adicciones o simplemente una infancia difícil son solo algunos de los factores que pueden llevar a una persona al estado de “sinhogarismo”. Muchos se ven atrapados en esta realidad, sin embargo solo unos pocos logran superarla. Este es el caso de RozaÁngela, una mujer brasileña de 57 años, que lleva viviendo más de veinte años en España.

Nos cuenta que en plena pandemia ella estaba enferma, con depresión, sin trabajo y sin dinero. “Me dejé derribar”, afirma, “no me alimentaba, tomaba cerveza…demasiado, cigarros…demasiado”. Su pasaporte había caducado y se encontraba sin ahorros y sin poder pagar un alquiler, llevándola a una situación de desesperación. “Llegué arrastrándome”, explica RozaAngela, “fue un año y cuatro meses de lucha”.

En el momento de la conversación con cope, nos cuenta, entre lágrimas, que próximamente pondrá fin a esta amarga etapa de su vida: “ya ahora lo tengo todo arreglado, tengo trabajo, ya voy a conseguir una paga… y vuelvo al pueblo, a empezar una nueva vida”, a lo que añade “una vida simple, pero digna”.

“Doy gracias de que haya sitios como este; si no, estaría en la calle. Eso sería para mí la muerte”

Pese a todas las dificultades y obstáculos que se han cruzado en su camino, RozaÁngela nos revela que no todo fue negativo. “Aquí hice una gran amiga”, nos explica, “tuvo suerte, ya se fue… ya arregló la vida”. “Seguimos en contacto”, añade. De igual modo, nos relata que conserva recuerdos entrañables, pues guarda en su mente muchos momentos gratificantes. “Nos intentan levantar con actividades, juegos y manualidades. Hacen todo lo que pueden por ti, tengo muchos momentos buenos”.

Para RozaÁngela la casa de acogida ha sido mucho más que un simple refugio, ha sido un pilar fundamental en su camino hacia la recuperación. En sus propias palabras, “si no fuera por esa señorita y su compañera que me ayudaron allí, no sé qué habría sido de mí”, a lo que añade, “doy gracias de que haya sitios como este; si no, estaría en la calle. Eso sería para mí la muerte.”

La ayuda recibida no solo le proporcionó un refugio seguro y comida, sino también un apoyo emocional y la compañía de personas que demostraron preocupación por su bienestar. Los lazos que formó en el centro le dieron fuerzas para seguir adelante y le mostraron que hay esperanza y compasión incluso en los situaciones más difíciles.

Su historia es un ejemplo de resiliencia y superación y ha demostrado que, incluso en los momentos más oscuros, es posible encontrar un camino hacia una vida mejor.

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