2020: El “2” en la Quiniela

2020: El “2” en la Quiniela

Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Los dígitos ya debían haber servido de aviso. 2020 fue un “2” en la Quiniela. Rompió hasta los pronósticos más agoreros y nos metió una goleada en nuestro campo. Vivíamos ajenos y sin cinturón de seguridad. A toda pastilla. Sin retrovisores. Los humanos nos hemos vuelto tan secundarios que la crisis económica que nos va a devorar no llegará por no poder consumir lo que necesitamos, sino por haber detenido durante un tiempo toda la espiral de lo innecesario.

Bueno, he escrito innecesario. Trivial, más bien. Y recuerdo que en la caja de mi Trivial ochentero -casi me había aprendido todas las respuestas de tanto usarlo cuando sacaron una edición actualizada que me mató- había una frase de Alexander Pope: “Cuántos debates interesantes salen de cosas triviales”.

Este ha sido el año de evocar en dos de sus conceptos académico. Por un lado nos hemos desgastado el hipocampo recordando momentos felices mientras por otra parte nos consolábamos llamando a esos espíritus mágicos que a través de un ordenador o un teléfono -a un precio, claro- satisfacen todos nuestros deseos. Me refiero, naturalmente y que nadie malinterprete, a todos esos portales de compras on-line y similares. Desde pepinillos en conserva hasta coches y casas se pueden comprar ya tirando de tarjeta.

Para los consumidores de deporte también ha sido un año de sueños y frustraciones. Hemos podido disfrutar de partidos y exhibiciones de otros tiempos que para los nostálgicos boomers - ¿alguien me explica qué significa ese concepto exactamente? – siguen siendo lo más. Las frustraciones, que van de la mano de los sueños incumplidos, llegaban cada semana que no rodaba la pelota ni se tensaban los músculos. Luego, cuando la cosa medio se arregló, se volvieron a jugar partidos, pero sin público. Así, los profesionales del balón parecían funcionarios cumpliendo trámites incómodos. De esta manera se han terminado algunas temporadas en algunos deportes y se han comenzado otras en prácticamente todos. Un sinsentido manifiesto que hace que, por ejemplo, mi suegro sevillista haya visto en persona menos partidos de su equipo que yo que, como periodista, pude acudir al encuentro que su equipo jugó en Lucena en Copa.

El fútbol de élite castiga a sus fieles con la pura mercantilización camuflada de elevadas dosis de asepsia y les invita a tardes de sillón y cerveza -la que tampoco pueden consumir en los campos-en el calor de su hogar. Más cómodo, menos real. Como su VAR.

Mientras tanto, la realidad de los provincianos con ínfulas se remite a la mera supervivencia. Contar alegrías parte de la propia constatación cartesiana –“juego, luego existo” (que ya es mucho)- y, por eso, nos debemos conformar con magros éxitos con los que darnos de comer por un tiempo. Una buena racha, una designación para un torneo, un fichaje prometedor, un proyecto ilusionante…

El mundo que va a salir de la Covid no se pone de acuerdo ni siquiera en el género de este mal. Sea “el” o “la” Covid (o “lo” o “le”, por si las dudas) , lo único cierto es que el estropicio que ha generado cambiará de manera definitiva nuestra manera de entender las cosas. Probablemente seguiremos siendo imbéciles cuando superemos todo esto, pero al menos ya sabremos que lo estaremos siendo.

Como si jugásemos constantemente al “2” en la Quiniela, queriendo que gane el de casa.

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