Algo para brindar y algo sobre lo que crecer

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Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Nos pasamos la vida esperando cosas. Salud, dinero, amor (¿sexo?), justicia… Cuando pequeños nos basta una chocolatina, de adolescentes una fiesta y desde que se llega a una edad lo único que necesitamos es más tiempo. Más vida por vivir. Dice Wilhelm Genazino que los niños son los que mejor esperan porque no recelan de esa espera. Los aficionados a un equipo de fútbol mantenemos una espera más o menos activa que suele centrarse en dos vías: el respeto al escudo y la institución y los éxitos. Lo primero suele, no tiene por qué, coincidir con lo segundo.

¿Cuánto tiempo hemos esperado los que tenemos un lazo sentimental con el Córdoba Club de Fútbol para celebrar un título en El Arcángel? Mejor: ¿Cuánto tiempo se estima que tendremos que esperar para poder volver a celebrar otro? Esas dos preguntas ya deberían bastar para zanjar cualquier debate sobre la idoneidad de festejar el levantamiento de la Copa Federación.

Pero hay mucho más. El apretón en el lacrimal al ver el logo de campeones detrás de la blanquiverde con la fanfarria de fondo y los cohetes iluminando la Mezquita-Catedral; la sonrisa no exenta de temor de Pepillo aupado por los futbolistas y sosteniendo el trofeo; los tuits eufóricos de los jugadores del Córdoba en los que ponen en valor su trabajo y su entorno; las palabras laudatorias de todos cuantos han tenido que jugar esta temporada como visitantes en El Arcángel; el respeto que se está ganando nuestra afición y el fondo sur -estupenda la labor de Brigadas Blanquiverdes en la animación- a base de dejarse pulmones y gargantas y que cuando el campo se llena incluso luce más; la sensación de balsa de aceite llena de caramelos que se respira en cada comparecencia en sala de prensa y se debe agradecer en los despachos.

Y podría seguir hasta llegar a la imprescindible satisfacción para la salud del proyecto que supondrán los informes que se remitan del logro a Bahréin.

Un trofeo no es grande por los millones que genera por publicidad sino por todo lo que representa para quienes ponen toda su ilusión en obtenerlo. La Copa Federación nunca podrá competir con la Champions, pero es el mejor trofeo al que un club de cuarta categoría puede optar. Y lo ha ganado el Córdoba. Lo hemos ganado. Somos campeones de nuestras circunstancias, que son las únicas que podemos manejar.

Y no sólo es algo con lo que brindar en estos momentos en los que la púrpura queda lejos, es un cimiento sobre el que construir un futuro diferente. Ganar la Copa RFEF es el primer paso para nunca tener que volver a jugarla. Hacer que el C.D. Guijuelo alucine y disfrute de El Arcángel es una estación hacia la necesaria identificación de la afición del Córdoba C.F. a nivel nacional como una de las que más da cuando menos recibe –El “para bien o para mal” bien entendido de los siete mil a los que se refirió con tino Javi Flores-.

Cada vez creo menos a quien me diga en quien o en qué debo creer. Así que no se sientan menos que nadie por celebrar un título. Séneca -que seguro que se abonaría a un palco de Fondo Norte en el Coliseum Arcangelorum- escribió en una de sus epístolas: “Si quieres saber hasta qué punto no resulta mala la pobreza, compara la cara de los pobres con la de los ricos: el pobre se ríe con más frecuencia y más confiadamente; no tiene ninguna ansiedad en lo más hondo (…) Por el contrario, los que se llaman afortunados no tienen más que alegría fingida o tristeza grave y supurante”. Piensen en lo felices que son con lo poco que hemos ganado. Y sueñen, sin escatimar recursos, con lo contentos que se pondrían si un día celebran un título que nadie desprecie.

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