El pandero indio

por Rafael Benítez 

Rafael Benítez

Publicado el - Actualizado

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Es obvia la tentación de comenzar comentando las consecuencias de la última “fiesta de la democracia” española. Una investidura tan compleja que nos ha permitido comprobar cómo podemos traspasar todos los límites y mirar al frente con total desvergüenza. Nuestro presidente ha prometido “por su conciencia y honor” un cargo conseguido sembrando dudas sobre ese particular. No se había visto un ejercicio tan descarado de “donde dije digo, digo Diego” nunca. Y mira que hemos tenido políticos que han prometido una cosa y luego o no la han hecho, o han hecho lo contrario. Desde aquellos “puedo prometer y prometo” del añorado Adolfo Suárez y aquellos ochocientos mil puestos de trabajo inexistentes que llevaron a Felipe González al triunfo electoral, o aquella salida de la OTAN que luego no fue. Parece que la mentira es consustancial a los procesos electorales. Miente que algo queda y siempre hay un grupo “equis” de incondicionales que se apoyarán en esa mentira para aporrear al contrario. Que te pillan robando, di que era por el bien de todos, algunos te seguirán. Que tienes una enorme viga en el ojo, señala con grandes aspavientos la mota del ojo ajeno. Y así, casi todo.

Es que lo bueno de tener principios “móviles” (ya saben, estos son mis principios, si no le gustan, no importa, tengo otros) es que puedes juzgar al otro con cualquiera de ellos sin que te afecten lo más mínimo. Y si no sale bien, recurre al discurso emocional, el lenguaje engolado, la fraseología empalagosa y apela a los instintos del partidario, fanatizar suele funcionar para tener un colchón aceptable de seguidores incondicionales.

Y ya que hablamos de fanatismos, hablemos de sus altavoces, fabricantes de las famosas “fake news”. “Hace un año, el joven Nick Sandmann, estudiante de una escuela católica de Kentucky, vivió probablemente el peor momento de su vida tras la cacería mediática que sufrió por la publicación en las redes sociales de un vídeo en el que durante la Marcha por la Vida a la que acudió en Washington junto a sus compañeros aparentemente se burlaba de un hombre que tocaba un pandero indio.” Pues bien, las grandes cadenas se sumaron a la difusión, la familia del joven denunció y ahora se ha demostrado que fueron los adultos los que se acercaron a dónde estaban los chicos a provocar, como muestra un vídeo más largo de todo el suceso. De momento la CNN ha aceptado pagar una indemnización para no ir a juicio, las demás cadenas denunciadas acabarán sumándose, visto el precedente. Nuestros radicales patrios que usaron el vídeo para atacar al los temibles “ultracatólicos” provida de allí y de aquí, en silencio. Seguirán creyendo que hicieron lo correcto, la mentira como el medio natural para conducirse. A ver si ven la rectificación en los medios igual que pudieron ver aquella manipulación.

Sobre este particular, un bloguero, Kantor, opinaba lo siguiente: “La esencia de la ideología de la corrección política es que el consenso sustituye a la verdad. Desde el punto de vista positivo la ideología de la corrección política consiste en la sustitución en el campo de las ideas del método científico y del principio de verdad objetiva por el nihilismo epistemológico y la teoría de la doble verdad. En el campo político la academia cultiva una ideología del odio a las clases medias desorganizadas en nombre de las minorías organizadas.” Como ya comenté en otras ocasiones, se trata de definir por consenso, un consenso emocional, a quién se debe odiar. Los medios sólo deben insistir en esa línea.

Dicen que, en diciembre de 1919, Chesterton escribió: "La Navidad, que en el siglo XVII tuvo que ser rescatada de la tristeza, tiene que ser rescatada en el siglo XX de la frivolidad. La frivolidad es el intento de alegrarse sin nada sobre lo que alegrarse". Benedicto XVI ha recordado en su momento “que su nacimiento no nos encuentre ocupados en festejar la Navidad, olvidando que el protagonista de la fiesta es precisamente él.” Y como litúrgicamente todavía es Navidad, feliz Navidad.