"La Procesión"

por Pedro Rodríguez

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Pedro Rodríguez González

Publicado el - Actualizado

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“¿Cómo ha estado la procesión?” -me preguntó mi hermano, ayer, desde Madrid- Y le contesté: Bien. Pero menos gente que otros años.

Adolfo, creo que es lógico que sea así. Después de dos años sin procesión, por causa de la pandemia, la gente se desengancha, ¿no crees…?. “¡Estoy de acuerdo!” -me respondió-.

“Pedro, no tengo clara la relación de San Sebastián con Huelva…”.

Es el santo invocado, por los onubenses, como abogado contra la peste.

El inicio de la devoción de San Sebastián, en Huelva capital, se pierde en el tiempo.

Es en 1516 cuando se tienen noticias de su patronazgo, por una Bula del Papa Leon X.

La primitiva imagen de San Sebastián en Huelva, se halla en san Pedro.

La actual, de Pérez Comendador, llegó a Huelva en enero de 1941.

La vida de San Sebastián es apasionante. Fue uno de los más ilustres mártires que tuvo Roma en el siglo III.

Era capitán de la primera compañía de guardia pretoriana de Diocleciano, cuando éste lo llamó y le recriminó su Fe Cristiana.

El militar, Sebastian, se dedicaba a animar y socorrer a los muchos cristianos que estaban en las cárceles.

Sebastián le respondió que “no podía hacer servicio más importante al Emperador que adorar a un sólo Dios verdadero…”

El emperador, irritado con la respuesta, mandó a la guardia de arqueros real a que lo cubrieran con una espesa lluvia de saetas, dándole sus verdugos por muerto.

IMAGENES DE UNA TRADICIÓN

La noche siguiente, una mujer llamada Irene, fue a buscar el cuerpo, para darle sepultura, y quedó sorprendida al hallarse vivo todavía.

Se lo llevó, en secreto, a su casa donde, en poco tiempo, sanó todas sus heridas.

Una vez recuperado le pidieron que se retirase y lejos de hacerlo fue a buscar a Diocleciano y le dijo con respeto y valor:

“¿Cómo os dejáis engañar de las calumnias que se inventan contra los cristianos?”.

¿Eres tú el mismo Sebastian a quien yo mandé quitar la vida condenándolo a que fuese asateado?.

“Si, y mi señor Jesucristo me conservó la vida para dar testimonio de la injusticia que cometéis persiguiendo con tanto furor a los cristianos”.

El emperador Diocleciano, entonces, ordenó que lo llevaran al hipódromo de palacio y allí fuese públicamente apaleado hasta que expirase.

Ayer, fue el último día de la semana en Huelva, conmemorativa de su patrón San Sebastián.

Como “una imagen vale más que mil palabras”, el BD lo lleno de imágenes de la procesión de ayer, como el mejor testimonio de una entrañable tradición. ¡BUENOS DÍAS!