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Huelva tiene nuevo Obispo. Santiago Gomez Sierra, hasta ahora auxiliar del arzobispado de Sevilla, sustituye a José Vilaplana. Obligado a renunciar al cumplir 75 años, después de catorce años en Huelva.
Llegó procedente de Santander en el año 2006. Recuerdo que, al final de la solemne misa de su toma de posesión, en la Catedral de la Merced, le pregunté al alcalde de la ciudad santanderina, si el Obispo tenia algún punto débil. Me contestó a bocajarro: ¡¡Ninguno!!.
El tiempo le ha dado la razón. Es una grandísima persona. Jamás le escuche criticar a nadie. Tiene el don de ponerse siempre en los zapatos del otro, de quien sufre en el camino de la. vida, por culpa del paro, la pobreza, la soledad, la inmigración, la enfermedad...
Como alcalde he coincidido con él en celebraciones litúrgicos. Y vivido juntos momentos entrañables en fiestas y tradiciones (Patrona, Patrón, Rocio, Semana Santa...).
El obispo Vilaplana, nos cautivaba con su oratoria fácil, predicando el Evangelio, con voz suave y palabras metafóricas que llegaban con facilidad al corazón y la mente de quienes le escuchaban.
El nuevo obispo, Santiago Gomez Sierra, nombrado ayer por Roma, será el sexto en la historia de la diócesis de Huelva.
El primero fue Cantero Cuadrado, en los años 50, encargado de construir y poner en marcha la estructura material y jurídica de la Diócesis (Edificios de Iglesias, sede episcopal, Seminario... )
En el 64 lo sustituyó Garcia la Higuera, camino de los altares, quién resumía su desafío con la siguiente trilogía: ¡A la mina...hasta el fondo!. ¡A la mar...hasta la infinitud del horizonte!. ¡A la tierra...hasta la mayor fecundidad!.
A mediado de los setenta, llegó a Huelva, desde Valencia, Rafael Gonzalez Moralejo. Un obispo, a quien entrevisté para mi libro: “Conversaciones en Huelva”, y me afirmó que le hubiera gustado dedicarse a la investigación en la Universidad si no hubiera sido sacerdote.
A Gonzalez Moralejo le siguió un hombre bueno: Ignacio Noguer, fallecido, recientemente, después de una larga y dura enfermedad.
En el BD de hoy despedimos al quinto obispo, José Viaplana, recurriendo al refrán de: “no hay quinto malo”, cuando lo mejor de una persona o una situación puede darse al final.
En este caso, nuestro obispo ha brillado con “luz propia”, al final de su misión pastoral.
En los días de confinamiento. Con las Iglesias cerradas, don José se colocó su humilde mitra. Se asomó a la pantalla de Teleonuba. Celebró misa diaria. Y sus homilías quedarán para la historia.
Me siento triste por la marcha de un obispo que quiso a su pueblo y éste lo quiso a él. Entre otras razones, por no tener ningún punto débil. Por ser un hombre de Dios. ¡BUENOS DÍAS!