¡ A tus órdenes, mi general !

por Pedro Rodríguez

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Pedro Rodríguez González

Publicado el - Actualizado

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¡A tus ordenes, mi general!. Asi acostumbraba a saludar al general de la Guardia Civil, José Antonio Hurtado, cuando nos veíamos.

Ayer, a las 9:30 de la mañana repetí este saludo, en mi pensamiento, cuando entraba su cuerpo muerto en la Catedral de la Merced.

El final de la misa funeral creo que es lo que más le hubiera gustado al general.

Un coro cantaba la salve rociera, propia de la Benemérita: “¡Rocio, Dios te guíe. Rocio, Dios te salve…!.

Y antes de la salida de la Iglesia, con el féretro a hombros, cubierto con la bandera de España (imagen), sonaba el Himno de la Guardia Civil: “Instituto, gloria a ti. Por tu honor quiero vivir. Viva España, viva el Rey. Viva el orden y la ley. Viva honrada la Guardia Civil…”

En la puerta había mucha gente. Desde generales, llegados de toda España, hasta el último de la fila de la Comandancia.

Ya sabes: hay gente que se mueren y gente que se nos muere. Para ellos se había muerto un jefe querido, un líder, mientras fue primero teniente coronel y después coronel de la Comandancia de Huelva, nueve años, entre 2004 y 2013.

José Antonio, ascendió a general de brigada y fue nombrado el máximo responsable del Cuerpo en Extremadura, donde ejerció con gran brillantez desde 2013 a 2017.

Desde aquí pasó a la reserva y se quedó a vivir en Huelva, porque parte de su familia había echado raíces y, además, él se sentía apreciado y querido por un numeroso grupo de amigos.

“LA MUERTE NO ES EL FINAL”

Esta mañana, buscando fotos suyas para ilustrar el BD, he visto una con Paco Millán, en el Rocio. ¡Donde, si no!.

Yo le he visto, junto a mi, más de una vez limpiarse las lagrimas de emoción dentro del Santuario, en las misas multitudinarias de las Hermandades de Huelva y Emigrantes, mientras su rostro descansaba sobre la centenaria vara de plata de la Hermandad Matriz.

El flechazo con la Virgen y el Rocio, le llegó siendo responsable de la Guardia Civil en San Lucar de Barrameda y dirigía la organización del cruce del rio en barcaza de numerosas Hermandades rocieras.

Así nació su amor y pasión por el Rocio. Él fue el promotor del gran despliegue de guardias civiles por la aldea. Creó una medalla de la Virgen, especial, para la guardia civil, que lucen en su pecho en la misa del martes.

Finalmente, cuando le llegó el día de pasar a la reserva, se fue al Rocio y le entregó a la Virgen su Fajín de general que, con tanto orgullo y sacrificio, había llevado parte de su vida.

En la Homilía de la misa funeral, ayer, el sacerdote decía: “Cuando una persona muere siempre nos embarga el dolor. Pero, a la vez, tenemos la esperanza de la vida eterna…”

Al escuchar estas palabras recordaba el Himno-Oración, que tantas veces rezó José Antonio: “LA MUERTE NO ES EL FINAL”

“Cuando la pena nos alcanza, por un hermano perdido. Cuando el adiós dolorido busca en la Fe su esperanza. En Tu palabra confiamos con la certeza que Tú ya le has devuelto la vida. Ya le has llevado a la luz”. ¡BUENOS DÍAS!