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Ayer, por la tarde, Carmen me sorprendió con una delgada y larga caja de cartón, exclamando: “¡Pedro, mira lo que he encontrado entre las cosas de mi tía Lela...!”.
Estaba intentando reorganizar sus objetos más íntimos, tras un mes del fallecimiento.
De lo más destacado que halló fue un abanico del siglo XIX. Precioso (imagen ilustrativa)
El adjetivo no es exagerado si lo comparo con el abanico publicitario que en el año 95 encargué en mis primeras elecciones municipales con la inscripción del eslogan de campaña: ¡HUELVA, POR ENCIMA DE TODO!. En él había más de orgullo onubense que de arte.
Cuando abrió la caja me quedé estupefacto. Encendí el movil. le hice una foto, y dije: “Ya tengo el BD de mañana”.
El abanico estaba en el fondo de armario y tenía un triple valor:
Histórico, al ser de la época en la que en España comenzó la fabricación y venta de abanicos. Final del XIX.
Artístico, por la belleza del mismo: hecho con fuertes varillas de hueso de vaca y tela de seda con flores de diferentes colores.
Sentimental, el recuerdo entrañable de una mujer centenaria.
“LA HISTORIA DEL ABANICO”
La historia del abanico es casi tan extensa y antigua como la la humanidad. Se cree que ya existía en la prehistoria, en forma de grandes hojas de plantas.
Había abanicos en el Antiguo Egipto, en la Antigua Grecia, en el Imperio Romano, en Japón, en China, en el “Nuevo Mundo”...
A Europa llega en la Edad Moderna, en 1774. Suecia crea la Real Orden del Abanico. En el siglo XVIII alcanza su esplendor en Francia, entre la burguesía y la aristocracia.
A partir de la Revolución Francesa el abanico se “democratizó” y llegó a todas las clases sociales.
En España, como decía antes, comenzó su fabricación y venta a final del siglo XIX, cuando no había ventiladores ni aire condicionado.
Su diversidad en la fabricación ha estado a expensas de la moda, por lo que han existido de todo tipo y condición, de los que destacamos:
Abanico de lujos, españoles, de anuncios publicitario, de bolsillos y más grandes para ver los toros en las gradas de sol (imagen de la última corrida en la Merced).
Finalmente, el abanico ha tenido un “lenguaje secreto”, empleado por las damas, para comunicarse con los caballeros, de manera discreta.
A su alrededor nacieron una serie de creencias y supersticiones. Entre las más extendidas se creía que si dejaba abierto el abanico traía mala suerte.
No sé cual sería el resultado de dicha superstición.
Pero, de lo que si puedo dar fe es que la Tía Lela ha vivido mucho tiempo con su abanico cerrado, a cal y canto, y ha sido muy feliz hasta llegar a los 107 años. ¡BUENOS DÍAS!