Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Ayer fue el día de la luz. Miles de bombillas alumbraban la oscuridad de las calles de la ciudad. Especialmente en el centro.
La gente estaba apiñada, en la Gran Vía y en la Plaza de la Constitución, esperando el encendido de las espectaculares luces navideñas (sin estrellas, ni motivos navideños),
Había muchos niños. Muchas sonrisas. No en vano, una sonrisa es la luz en los ojos de una persona noble y generosa.
Mientras tanto, en las calles paralelas (Concepción, Palacio, Berdigón, Rábida...) la gente entraba de una tienda en otra, buscando el mayor descuento del Black Friday (Viernes negro).
Expulsado por el consumo compulsivo me aparté de la luz que no anunciaba el amor de la navidad y me fui hasta las Cocheras del Puerto, por el Parque de Zafra, cruzando la oscuridad que me mostraba las estrellas.
Iba a escuchar a dos cantautores argentinos, en un concierto del “Otoño Cultural”. Aquí había mucha menos gente...
Pero si en la luz de la gran vía no había visto el amor de la Navidad, en la oscuridad del teatro, los cantantes me daban la explicación: “Sé que el amor no se aprende...”
“Los umbrales de tus puertas eran bajo para mi. Ahora se me hacen altos, sabiendo que te perdí. Sé que el amor no se aprende, eso lo tengo por cierto. Pero, yo puedo enseñarte. -mi vida- sin ser maestro”.
En la oscuridad del concierto musical disfrute más que con la luz y el ruido del consumismo del Black Friday (viernes negro).