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Cualquier peregrinación tiene un punto de partida y otro de llegada. Con una ruta marcada.
En su salida, el Simpecado de Huelva iba acompañado de más de dos mil peregrinos a pie. El segundo día de camino la cifra superaba los diez mil, pese a la mayor dureza del mismo.
¿Qué tendrá el camino del Rocio, para que vayan tantos peregrinos a pie...?
Pregúntaselo a esos “amigos del camino”, quienes la amistad de dos días la mantienen todo el año.
Son peregrinos de a pie, gentes de promesas y de fe, quienes caminan pensando y pidiendo por algo o por alguien.
Son las mujeres que, con más de setenta años, llevan treinta detrás del Simpecado, con sus rostros ennegrecidos del polvo del camino.
Son los lideres del grupo, como Toni Garzón, Sixto Romero, Medel (hijo) y otros antiguos peregrinos, coordinando las paradas, los arranques y la llegada al Rocio, por el “Barrio de las Gallinas”.
“LA BELLEZA DEL CAMINO”
El camino del Rocio es la puerta del cielo: luz, color, pinos, helechos, adelfas, romero, pájaros, flores, albahacas, el amanecer y las puestas de sol...
Ante tanta belleza lo normal es emocionarse. Habrá, en cambio, quien no sienta nada. Por algo, todos somos seres diferentes.
Sin embargo, el destino de los peregrinos es el mismo: el encuentro con la Virgen del Rocio, tras recorrer la ruta marcada, Cabezudo, la Matilla, Gato y la Aldea.
En el trayecto, los peregrinos pasan por momentos de flaqueza, a punto del abandono, surgiendo, en ese momento, la figura del “amigo del camino”, para ofrecerle al otro una mano. Ayudarle a seguir avanzando: ¡Vámos “pálante”...!
Un año más, he hecho el segundo día de camino, junto a Carmen, mi mujer. Es la parte más dura. Pero, también la más bonita.
Era tanta su belleza y armonía que, creíamos formar parte del Paraíso, y nos sentíamos un granito de arena de la Creación.
En el paisaje, no sólo caminábamos por fuera, pisando las arenas, sino también por dentro, bajando hasta las profundidades donde se encuentran los tesoros y valores de los verdaderos peregrinos. ¡BUENOS DÍAS!