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A las seis de la tarde, apareció el Papa, vestido de blanco, andando por la Plaza del Vaticano vacía. Llovía con fuerza en Roma.
El suelo estaba inundado. Francisco, de 82 años, se dirigía con precaución hacia el altar de la Basílica, para impartir una histórica bendición Urbi et Orbi (a todas las ciudades y para todo el mundo).
La escena contenía toda la fuerza del momento que vive la humanidad, con más de un tercio de ella confinada por el coronavirus.
“¿Por qué tenéis miedo?. ¡Aún no tenéis fe!”. Con una pregunta y afirmación comenzó el Papa su Homilia para todo el mundo, sin distinción de razas, géneros ni religiones. Creyentes y no creyentes.
“Desde algunas semana- decía Francisco- parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras calles, plazas y ciudades: se han ido adueñando de nuestras vidas llenándolo todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso...”
“Se palpa en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas...Nos encontramos angustiados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa....”
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca. Todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca estamos todos...”
“Pero los discípulos claman angustiados: ¡Perecemos!. Nosotros decimos lo mismo, habiendo descubierto que no podemos ir cada uno por nuestra cuenta, sino todos juntos...”
“Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús, quien mientras los discípulos estaban desesperados de miedo él dormía tranquilo confiado en el Padre...”
Después de que lo despertaran y el viento y las aguas se calmaran, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: ¿Por qué tenéis miedo?. ¡Aún no tenéis fe!.
“La tempestad inesperada del virus ha descubierto nuestros miedos, y las superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades...”
“Con la tempestad- decía el Papa- se nos ha caído el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos, siempre pretenciosos de aparentar y ha dejado al descubierto esa bendita pertenencia común, de la que no podemos evadirnos. Esa pertenencia de hermano...”
“Por qué tenéis miedo...?. ¡Aún no tenéis fe!. Los discípulos le responden: ¿Cómo dices eso, Maestro...? ¿No te importa que perezcamos...?”.
“El comienzo de la fe es saber que no somos autosuficientes. Solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros miedos y temores para que los venza...”.
A la pregunta de Jesús “¿Por qué tenéis miedo...?” Le podríamos responder: “porque en Italia ya han pasado de los diez mil muertos y en España hemos superado los cinco mil...”
Mientras que a la segunda: “¡Aún no tenéis fe!. Se podría contestar que “Si, cada día tenemos más fe en llegar al pico de la curva y contemplar como se calma la tempestad que se ha adueñado de nuestras vida...”. ¡BUENAS TARDES!