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Fue mi primer amigo, Teníamos diez años. Vivíamos muy cerca, uno del otro. Él, en la calle Rico, esquina Concepción, y yo en la calle Rascón.
Los dos estábamos en la misma clase del Colegio de los Maristas, él era un estudiante de matrícula de honor. Su padre, un médico muy popular en Huelva, especialista en aparato digestivo, y un humanista preocupado de la realidad social y cultural.
Su hijo, influido por la arrolladora personalidad de su padre, lo quiso imitar, primero, estudiando medicina y, más tarde, comprometiéndose con la vida y la gente de su tierra.
Me estoy refiriendo a Eduardo Fernández Jurado, quien, ayer, ha muerto de forma inesperada, provocando una conmoción en la ciudad.
Me dicen que ha muerto estando sólo en su casa. ¡Que duro me resulta este final para una persona tan popular, apreciada y aplaudida!.
En él se han cumplido estas dos frases simbólicas: “Venimos a este mundo solos, para morir solos...” y “Sin nada venimos, sin nada nos vamos...”
Eduardo fue profeta en su tierra. Tuve el honor, como alcalde, de concederle e imponerle la medalla de Huelva.
En los pregones cautivaba a la gente, por sus conocimientos y brillantez en la oratoria. Yo lo he visto salir a hombros por la puerta del teatro, después de pronunciar un histórico pregón.
El doctor Fernandez Jurado, dio conferencias en toda España sobre medicina, flamenco, Semana Santa o el Rocio, con notables éxitos.
Con Juanini (Marisneños), escribió inmejorables letras rociaras como “Ese Lunes del Rocio” y, la universal: “Salta la Reja Almonteño”, que tiene un estribillo aplicable a él mismo: “El lunes por la mañana /El Rocio no ha dormido /Ya repican las campanas /De la Virgen del Rocio”.
Ayer, lunes por la mañana, el corazón de Eduardo se quedó “dormido” (parado), mientras repicaban las campanas de la Virgen del Rocio.
Esa Virgen a la que rezó, agarrado a sus varales, y le cantó con emoción, diciendo: “Para qué quiero catedrales, si yo te rezo llorando”.
Pues mira lo que es la vida: su misa funeral se celebrará a las 18,00 horas en la Catedral de la Merced )Huelva) y, después, su cuerpo se velará en la capilla de la Hermandad de Emigrantes, de la que era su presidente (Imagen)
Porque aunque su cuerpo esté muerto, su alma es eterna. Y, Eduardo, ya está disfrutando en el Rocio de las marismas del cielo.
Esta mañana su silla de la tertulia del Bar de Isidoro (Placeta) estará vacía. Ya nada será igual. Faltará su opinión, su lenguaje y el contante ejercicio critico de la realidad, de mi primer amigo: un creador, un inconformista, un soñador.
Pero, no te olvides:aunque muera el soñador, nunca morirán sus sueños. ¡BUENAS TARDES!