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Hay muchas clases de puertas: blindadas, de hierro, de madera...También hay sistemas electrónicos de seguridad para evitar que crucen la puerta los indeseables...
Ayer, me impactaron dos profesionales, Cheska y Esther, por su empatía, capacidad de trabajo y eficacia en la rápida colocación del sistema de seguridad y alarma.
La puerta es la gran metáfora de nuestra existencia. A quien de nosotros, a lo largo de la vida, no se nos han abierto y cerrado puertas, en formas de oportunidades, de obstáculos y dificultades.
Algunas de las puertas no las hubiéramos querido ver abiertas nunca, por ejemplo, la de las enfermedades o desengaños...y si hemos deseado ver abiertas aquellas puertas por donde entrase el halo de la luz, la felicidad y la esperanza.
El otro día os definía al silencio como “la verdad”· Pero el silencio también es “la puerta por la que entra la palabra”, utilizada para comunicarnos los unos con los otros.
¿Y la empatía?: “Es la llave que abre todas las puertas”. Especialmente las de la comunicación, la creatividad, las emociones, los sentimientos y las actitudes de los demás.
Cuando Cheska y Esther aún no habían terminado su tarea, nos fuimos a la misa por nuestro amigo, Miguel Camacho, recientemente fallecido.
En la Concepción, se reabrió la puerta de su amistad. La que, en vida, siempre estuvo abierta, con sus manos extendidas. Una sonrisa para alentarte y comprenderte. Una palabra que te animaba. Un aplauso, un estimulo y un dar sin exigir.
Este BT quería ilustrarlo con una imagen, pero no sabia cual podía ser.
He buscado en el álbum digital, y he visto una que, quizá, sea la ideal: la Virgen del Rocio cruzando, el lunes de Pentecosté, por la puerta de su Ermita.
Para muchos rocieros está considerada como la misma Puerta del Cielo. Realmente, si lo piensas, desde la fe, es muy difícil dudar de que las marismas rociaras no sean la puerta de la eternidad.
¡BUENAS TARDES!