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Hoy se cumplen once años de la muerte del cura Paco Girón. En la Parroquia de San Pablo del barrio del Higueral se celebra, esta tarde, una misa conmemorativa.
La de esta tarde estará teñida del color de la satisfacción y la alegría por la decisión de Roma de abrir la causa de beatificación y canonización del cura, como Siervo de Dios.
Paso previo al posterior reconocimiento oficial de Francisco Girón como nuevo santo de la Iglesia católica. ¡Qué alegría tener un amigo santo!.
En mi familia, como en otras muchas, fue nuestro padre espiritual. Nos casó. Era el padrino de mi hija Maria, estuvo en la hora de la muerte de nuestros padres, de nuestros amigos. Era un ser único.
En cada aniversario, ya son once, he escrito artículos sobre él en prensa o en facebook, destacando facetas de su personalidad.
Unas veces lo he definido como un “torero de Dios”, no sólo por su afición taurina sino por el arte de torear el toro de la vida, entregándose sin reservas a la “faena”, regalando a cada persona lo que en cada momento ésta necesitaba: ya fuera el cariño, la sonrisa, su consuelo, la escucha, el dinero, los consejos o su tiempo.
En otras ocasiónes le he llamado el “Principe de las Paradojas”, por sus divinas contradicciones: Él amaba el silencio pero, su entrega a los demás, le obligaba a vivir en medio del ruido de los problemas, las alegrías y necesidades de los demás.
Antes de irse al seminario (vocación tardía) fue director de una fabrica de aguardiente y no le gustaba el alcohol. Así podría seguir contando historias y situaciones del “Rey de las Paradojas”...
Este año quiero resaltar tres cualidades de la identidad de quien está a un sólo paso de subir, como nuevo santo, a los altares.
Paco Girón, es “el cura de la FE”. Había estudiado Derecho en Granada y hacia planes matrimoniales con Ana María, hasta que sintió la llamada...
Tuvo fe en el Señor. Cambió sus planes y con enorme generosidad siguió a Jesús, por los caminos de su vida.
También fue “el cura de la ESPERANZA” No conocía los imposibles. Capaz de ver brotar agua en el desierto o un manantial en el páramo más estéril. Siempre alegre, optimista y confiado en la bondad del ser humano.
Su reloj, cuando lo llevaba, lo tenía sincronizado con el tiempo de la esperanza. Siendo un rio desbordado de buenas noticias, rescatadas de la Palabra del Evangelio, su medio de comunicación favorito.
Era “el cura del AMOR”, por excelencia. Paradigma de sus compañeros. Coherente entre sus palabras y sus hechos.
Dice el poeta: “¡Qué largo se le hace el día al que no ama!”. Y lleva razón. Pero esto no se le puede aplicar al cura. A quien el día se le hacia muy corto, de tanto querer y amar a todos, sin acepción de personas.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Pero, nosotros si hemos visto, conocido y querido a un Apóstol de Él.
Se llama Francisco Girón. Y pasó por la vida haciendo el bien, muy cerca de los pobres, de los que lloran, de los limpios de corazón, de los que trabajan por la paz, de los perseguidos por causa de la justicia...
Este es el cura de barrio considerado santo real para muchos, y que pronto lo será de manera oficial. Un hombre normal que hizo extraordinariamente bien las cosas ordinarias.
¡BUENOS DÍAS!