Publicado el - Actualizado
2 min lectura
“Maria: Enriquito me ha guiñado el ojo”. Era el escueto mensaje que mi nieta Belén (15 años) le escribía a su tía (Whasapp).
Enrique Ponce había pedido permiso al presidente para el brindis y, antes de hacerlo, le guiño el ojo a alguien que estaba entre el público.
Mi ingenua nieta creyó que el gesto de complicidad del torero era a ella, hasta que se dio cuenta que estaba detrás Ana Soria, su pareja de moda en el verano.
Con las mismas, rectificó y escribió otro mensaje explicándole que por su parte “había sido sólo un malentendido”
Todos tenemos algunas experiencias y malentendidos que podríamos recordar bien por los momentos divertidos (como éste) o, por lo contrario, de pesar y tristeza.
La mayoría de los conflictos personales que tuve en mis veinte años de alcalde se debieron a malos entendidos.
¿No te ha pasado alguna vez que le dijiste algo a un familiar, amigo, compañero de trabajo de hermandad o partido político. Este se ha enfadado contigo y te ha costado mucho esfuerzo resolver la situación creada, por un malentendido?
O tal vez, ¿quedaste con tu pareja en que ella iría al colegio a recoger el niño, pero entendió que lo harías tú, con lo cual se produjo un conflicto?
!QUÉ NO TE PASE COMO A BELÉN...!
Hoy, en el mundo, habrá parejas, familias, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de hermandad, en política... que, por sólo un malentendido, discutan, se enfaden y hasta dejen de hablarse durante años.
Parece irracional, ¿verdad?. Pero así es, las situaciones se dan más a menudo de lo que nos imaginamos.
¿Por qué ocurre? Una causa es no saber diferenciar entre lo que es un malentendido y un conflicto.
En los casos conflictivos existe una causa real de discordia, por ejemplo, una decisión con la que no se está de acuerdo, una palabra más allá de lo que corresponde y otras cuestiones más graves...
En un malentendido, en cambio, la causa de la discordia no es real. Lo único que ha ocurrido es que un mensaje determinado, o una parte de él, no ha sido interpretado de manera correcta por una de las partes.
Para evitar esto, lo mejor es ser claros en nuestros mensajes (a veces no lo somos) y decir exactamente lo que queremos que la otra persona entienda, y no esperar que nuestro interlocutor entienda no sólo lo que decimos, sino también lo que queremos decir y somos ambiguos.
¿Esto es fácil?. No, ni mucho menos. ¿Es posible?. Si. Pero, siendo conscientes de que la realidad cada uno la percibe de manera diferente, así como la interpretación de un mensaje y, por tanto, el malentendido puede depender de las creencias, suposiciones o vivencias de cada persona.
¡Que no te pase como a mi nieta, Belén...! “BUENOS DÍAS”