El vía crucis oficial convierte las Penas en una gozosa Esperanza

El Señor de las Tres Caídas aguarda ya en la Iglesia de la Esperanza su vuelta al Polvorín

Via Crucis

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Señor de las Penas presidió ayer un vía crucis cargado de detalles y de verdad. La Hermandad de las Tres Caídas llevaba desde el año pasado preparando una cita que tenían clara en su desarrollo y ubicación. Por eso, lo que vimos ayer fue un vía crucis medido y muy estudiado para que los onubenses disfrutaran de un acto piadoso a la altura de lo que va requiriendo una Semana Santa al nivel de Huelva.

Desde hace unos años el modelo parece haber cuajado, con plazas que permiten el rezo unitario y donde nada queda disperso. Las Tres Caídas ayer quiso probar otro espacio, el de la Plaza Niña, donde además permitía por sus escasas dimensiones tener las estaciones a menos distancia y con intervenciones más cortas que permitieron una mayor agilidad en el rezo. A todos se les hizo ameno y nada pesado. Y eso es muy importante para un acto que empieza un lunes a las nueve de la noche.

El Señor salió de la Milagrosa otra vez envuelto en ese halo de carácter tan especial y sin que nadie se cansara de ver esa estampa. Con un temperatura ideal, la calle Rábida estaba llena para ver salir al Señor y para acompañarlo hasta la plaza Niña.

En el cortejo se veía la cara de satisfacción de los hermanos y también de algunos para los que era un día especial, como los hermanos del prado que por primera vez participaban como hermnadad de penitencia que son ya.

El Señor lució una de sus túnicas más características, la que evocaba a tantos Lunes Santo y que ahora se dibujaban en la penumbra de las calles del centro. El exorno también nos trasladó hasta la Magna de 2016, cuidado y exquisito. A las puertas de la Esperanza comenzó el vía crucis, con las estaciones señaladas por las pinturas del genial Alfonso Aramburu. La Camerata Vocal Concertante puso las notas justas para que el acto estuviera completo de principio a fin.

La emoción fue más evidente a las puertas de las Hermanas de la Cruz, sobretodo en la última estación cuando el obispo de Huelva, José Vilaplana, dedicó sus últimas palabras como pastor de esta Diócesis en un vía crucis oficial de la Semana Santa de Huelva.

La vuelta llevó al Señor a otro lugar mágico para sus hermanos. En calle San Cristóbal, las andas se pararon al pasar por el sitio donde se encontraba el taller donde Antonio León Ortega talló a la imagen.

Fue también una noche para detenerse en el rostro del Señor, tan cercano, tan a mano de los fieles, con la mirada puesta en cada uno de los que se acercaba a Él.  Silencio y recogimiento donde siempre hay esencia popular del barrio del Polvorín. Todo distinto, todo mágico. Como mágico fue ver entrar y salir por última vez al Señor de la Milagrosa, sin saber si alguna vez lo volveremos a volver a ver.

Y de ahí, a la Esperanza. Allí, los hermanos de San Francisco abrieron sus puertas con la emoción de otro encuentro único. El Señor se miró con la Esperanza y todo cobró sentido una vez más. La grandeza de las cofradías se gesta en los detalles y eso hace única a esta celebración. El Hermano mayor de San Francisco quiso nada más entrar regalar unos pasadores al Señor para que a la vuelta se lleve a la Hermandad de la Esperanza para siempre.

Allí quedó, posado a sus pies, dejando una fotografía única. El Señor de las Penas y la Esperanza juntos hasta el sábado. Allí queda la dulce mirada de la Madre y el Hijo. La Esperanza de un pueblo que allí consuela sus Penas

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