OPINIÓN

Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Juan Carlos Machuca

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Juan Carlos Machuca vive en Mancha Real y trabaja en Jaén. En el Bomborombillos, que cualquiera sabe que es uno de los mejores lugares para comer en nuestra ciudad. Sus ratos libres los dedica a llevar por los colegios proyectos de huertos hidropónicos, reciclaje y sostenimiento medioambiental. Desinteresadamente. Hombre de bien y con iniciativa consiguió que el dueño de un solar abandonado en el barrio de San Andrés le permitiera montar una exposición urbana permanente en la que dio rienda a su creatividad con desechos y chatarra. Estaba en la calle Alguacil. Se llamaba “Convergencias”. Pasado. Imperfecto de indicativo. Porque se la han cargado a pedradas. Por el gusto de hacer daño. Juan Carlos, mesurado en el dolor, simplemente ha dicho que la rehará. Se atisba en sus declaraciones al periódico IDEAL un poso de amargura, sin que ésta venza a su tesón. Quisiere yo tener su fe.

Considero que las razones de estos actos vandálicos son diversas. Pero todas me mueven al pesimismo. En su origen está el afán destructivo del ser humano, que si no es corregido por la educación y la autoridad campa a sus anchas. Es el atavismo del escaso respeto que se tiene en España por lo público en la consideración que lo que es de todos en realidad no es de nadie, motivo que permite su destrozo. Un día aquellos que únicamente saben hacer gala de su pertenencia a una ciudad diciendo constantemente “Jaén ni pollas” arrancan las petunias recién plantadas en los parterres de nuestros parques; o se mean en la fachada de San Ildefonso; o tiran desperdicios en las terrazas de los bares, que ya habrá quien los limpie. No existe conciencia de sociedad civil. Jaén es una novia fea a la que se puede ajar porque total, de qué sirve esforzarnos si tampoco nuestros gobernantes se preocupan por ella.

Frente a esta desolación es admirable el trabajo prometeico que representan ciudadanos como Juan Carlos Machuca. Su constancia, su servicio público, su inteligencia, su creatividad, su altruismo, su trabajo los pone al servicio de una ciudad y sus ingratos vecinos. Yo hubiera tirado la toalla. Dije la semana pasada que andaba buscando la esperanza. Una noche, amigo mío, me paso por el Bomborombillos. Me pones un bocadillo de calamares con alioli negro. Mientras lo saboreo con su cervecita Alcázar me explicas dónde encuentras la fuerza. Y me prestas una poca.

Palabras, divinas palabras