CRÍTICA CINE
«Aquaman»: Agua va
Un viaje iniciático, mil veces contado, que vuelve con la historia de un joven que es mitad humano y mitad atlante.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Terminas de ver “Aquaman” y te sientes poco menos que agotado. Un maratón cuesta arriba es preferible a este espectáculo extenuante. Son dos horas y media de estímulos estridentes sin tregua ni conmiseración. Luces centelleantes, sonidos ensordecedores, frasecitas de autoayuda (“En mi mundo las lágrimas se las lleva el mar”), vestuario y peluquería de chuloplaya, montaje videoclipero y, así, hasta un larguísimo etcétera de artificios que acaban con la resistencia del más pintado. Eso por no hablar del líquido elemento. Agua va y agua viene. Sin piedad..., para que te mojes hasta las trancas.
No digo que “Aquaman” sea una mala película. Ni mucho menos. La pericia de James Wan y el conocimiento de su oficio son dignos de admirar. Lo que pasa es que el director malayo ha pretendido rodar todas las películas de acción y aventuras habidas y por haber. Y casi lo consigue.
En el hipotético caso de que alguien no haya visto “La guerra de las galaxias”, “Excalibur”, “Indiana Jones”, “Thor”, “Superman”, “La Sirenita”, “Furia de Titanes”, “Buscando a Nemo”, “Viaje al centro de la Tierra” o “Parque Jurásico”, ya puede darse por ilustrado porque todo está aquí. Estamos ante un auténtico mejunje de propuestas argumentales.
Para la posteridad quedan algunas escenas francamente delirantes, como el hecho de contemplar a un pulpo tocando los bongos, a Willem Dafoe a lomos de un tiburón martillo o la veterana Nicole Kidman interpretando a la Sirenita. Sin olvidar, ni mucho menos, el tema musical de Pitbull destrozando “Africa” de Toto o los chascarrillos a propósito del cuento de Pinocho.
No nos estamos volviendo locos. Ya lo estamos. Y algunos de atar.