Jaén - Publicado el - Actualizado
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Hace muy pocos días, una tarde de temperatura fresquita, paseaba por la calle y se apoderó de mí el deseo de comprar en una pastelería un buen dulce o una magdalena para merendar en casa. El deseo no era solo para mí, estaba mi hijo en ella y lo llamé para preguntarle si él también quería. Su respuesta fue negativa, iba a merendar en casa con lo que allí había; le pregunté qué teníamos y no dudó en responder: “papi, tenemos galletas”. Cuando llegué, el vaso de leche con galletas que me tomé me supo a gloria. Valga la comparación, no pude evitar pensar que muchas veces en la vida se nos antoja, deseamos cosas o anhelamos experiencias fuera de casa o un poco apartados del ámbito familiar. Esto puede ser enriquecedor si nos ayuda a crecer sana y espiritualmente; pero es infinitamente más enriquecedor todo aquello que se desea y disfruta en el ámbito del amor familiar. Un desayuno, una comida, un viaje, una celebración, una película, una tarde de compras, y muchas más, son vivencias perfectas para jamás olvidar.
Miguel Lechuga Viedma