LAS DIVINAS PALABRAS DE ERNESTO MEDINA | 12 FEB 2025 |

Les transcribo, dilectos oyentes, una noticia publicada en la página web de un diario de tirada nacional: “pese a que logró huir del lugar donde presuntamente cometió el crimen -Rosdorf, localidad de unos 12.500 habitantes ubicada en el centro de Alemania- y poner de por medio nada menos que 2.300 kilómetros de distancia, a Shirin M. la fuga sólo le duró diez días. La tarde del domingo 3 de febrero era detenida por la Guardia Civil en la remota Canena, pueblo olivarero de unos 1.700 vecinos en el interior de la provincia de Jaén”.

Sin rasgarme las vestiduras, con el propósito firme de evitar un provincialismo carpetovetónico, me ha llamado la atención el adjetivo “remota” referido a Canena. Supongo que la redactora de la noticia tampoco tenía ni repajolera idea de dónde estaba Rosdorf, pero puesta a elegir prefirió deslocalizar la población giennense.

“Remoto” significa “muy lejano”, pero por efecto de su etimología -es el participio de perfecto del verbo latino “removeo”, alejar, apartar- aplicado a un lugar se asocia con algo situado en el fin del mundo. Poco me han durado las buenas intenciones de mesura. Me veo obligado a rectificar. Estoy susceptible y me duele Jaén. Quizá en mi subconsciente haya asociado lo de “la remota Canena” con aquella frase, “somos el culo del mundo”, que me lacera cada vez que se la escucho a un paisano para quejarse de nuestras deficiencias en infraestructuras y servicios.

Quiso mi fortuna que la mañana de la noticia me encontrase desayunando tallos con chocolate en el Montana a la Dama de Cubero y a Culcas, tan enamorados ellos. Al vislumbrar mi cara de mosqueo, les conté la causa del mismo. Propusieron en señal de desagravio una visita a la lejana localidad. Tres cuartos de hora desde Jaén bastaron para que visitáramos el castillo-palacio atribuido a Vandelvira. La pareja de amantes aprovechó para reservar un fin de semana romántico en el balneario de San Andrés. También compramos aceites Castillo de Canena. Yo me traje un premium al humo de roble, con aromas frescos a manzana y almendra, y un cálido toque caramelizado de vainilla y toffee. Dos gotas en el salmón marinado que preparo y Violeta dice que cocino como los dioses.

Cuando me hube despedido de la dama de Cubero y de Culcas, estaba mucho más tranquilo. Mi desazón, al menos en lo tocante a asuntos giennenses, era ya remota. Hasta que otra noticia me ¡remueva! el alma.

Palabras, divinas palabras.