OPINIÓN
Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Los plátanos de indias del Paseo de la Estación
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cuando en lo más desolado del invierno los jardineros municipales se suben a las grúas para podar los plátanos de Indias del Paseo de la Estación siempre pienso lo mismo: que mala suerte con los arquitectos; que broten pronto los árboles para tapar dicha fealdad y mitigar ese desierto de cemento con su verde fronda; que no sobreviviríamos ni al escueto tramo del Parque a las Hermanitas sin su sombra; pero esta vez se los han cargado fijo con esos tajos inmisericordes que les meten.
Por fortuna llega siempre la, en todo lo demás, maldita primavera para desmentirme. Hoy los árboles ya lucen pimpantes matojos de ramas y hojas como si a Eduardo Manostijeras, el de la película de Tim Burton, le hubiera dado por hacer arabescos en sus cabelleras de savia.
“Buenos días, caballeros”. Me han contestado con un rumor de viento entre sus troncos. “Aquí estamos, pero tampoco este año nos han puesto vástagos para que entrelacemos las ramas con los colegas de la otra acera”. “Uy, uy, uy, qué comentario tan homofóbico”. “Mira el graciosillo. Nos has entendido perfectamente. Con lo hermoso que quedaría el tranvía circulando bajo nuestra bóveda verde”. “La primavera os han sentado de escándalo, qué derroche de optimismo, el tranvía circulando”. “Todo se andará”. “Vosotros, no. Ahí seguís sin moveros”. “Nada que hoy el niño está en plan mosca cojonera. ¿Qué, amores contrariados?”.
Opté por el cambio de tercio. “Me alegro de veros. Y con esa vitalidad”. “Es que somos resilientes”. “El “resiliente” va de capa caída”. “Pues nosotros no. Ni nos cortamos la coleta”. “Tenéis hechuras de analistas políticos. Si queréis pregunto en la emisora por si hay un hueco. Hasta me imagino el nombre del programa, “la tertulia de los árboles”. “Ganas de fastidiar. Lo que te jode es que tú ya no recuperas la cabellera, ni siquiera por estaciones”. “Touché, pero no es necesaria la crueldad. ¡Somos amigos!”. “Si te lo decimos con el mismo cariño con el que tú nos hablas. Oye, ¿cómo les va a los colegas del Museo Ibero?”. “Igualitos que vosotros, sanos, vigorosos e igual de ilusos. Se acicalan todas las mañanas para que llegado el lejano tiempo en que desembarquen a sus puertas “trenes” de turistas no los pille desprevenidos”. El plátano que tenía más cerca me dio un “leñazo” en la espalda, “vuelve cuando estés menos cenizo”. No les contesté que cada día me afano por saber dónde está enterrada la esperanza.
Palabras, divinas palabras