OPINIÓN

La realidad del sector agrícola español

"La constante y continuada actuación de la mayoría de los gobiernos subvencionando a sus agricultores supone un reconocimiento implícito de la precariedad"

Ignacio Villar

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Las multitudinarias y generalizadas manifestaciones de los agricultores españoles protagonizadas en las últimas semanas, coincidentes con similares concentraciones en otros países europeos, expresan algo más que la justa reivindicación de unos precios adecuados para sus producciones sino que, más allá de esta precisa demanda, pretenden emitir un mensaje que debería interpretarse como un signo real de la asfixia progresiva de un sector, imprescindible para el contexto económico de un país, sembrado de sombras muy adversas para sus expectativas de futuro.

Es evidente que cada una de las diferentes explotaciones agrícolas tienen su casuística concreta pero todas coinciden en un punto esencial que concluye en la falta de rentabilidad suficiente de las explotaciones que amenaza con un global y progresivo abandono de los productores ante la imposibilidad de, al menos, obtener los márgenes necesarios para sostenerlas y cubrir las necesidades básicas familiares. Uno de los aspectos más denunciados se refiere concretamente a la dispar evolución que a lo largo del tiempo han tenido el precio de sus producciones y los costos que soportan pues, si bien, estos últimos son actualizados no ocurre lo mismo con los precios de sus producciones que siguen estancados y referenciados a niveles remotos. Así, si esta situación persiste, como hemos señalado, irá mermando paulatinamente la capacidad de resistencia de los agricultores y complicará su continuidad y, especialmente, redundará y perjudicará el relevo generacional de estas explotaciones. La batalla, por tanto, está más que justificada porque, al final, no se trata de una mejora del enriquecimiento sino de una cruzada por su subsistencia.

La constante y continuada actuación de la mayoría de los gobiernos subvencionando a sus agricultores supone un reconocimiento implícito de la precariedad de las explotaciones por lo que resulta necesario revisar en profundidad si las políticas agrícolas actuales está bien alineadas con los objetivos declarados del sector agrícola tales como aumentar la productividad y los márgenes de explotación, mejorar el impacto ambiental y fomentar el suministro de los productos a precios bajos para contribuir a generar mayor valor añadido al margen de explotación.

Sin embargo la solución no está en incrementar las subvenciones sino en revisar si la política estratégica actual en su conjunto para la actividad agrícola es la adecuada ya que en 20 años el peso de la renta agropecuaria en el PIB español ha pasado del 4% en el año 2000 al 2.7% en 2019, datos que son corroborados por los relativos al valor generado por la actividad de la producción agrícola en nuestro país que acumula dos años de descensos ya que si en 2018 cayó en 500 millones de euros el descalabro fue supino en 2019 al reducirse nuevamente en 2.400 millones, cifras que contrastan con los costes asumidos que han seguido subiendo paulatinamente, y con la recaudación de impuestos del sector cuyo balance se ve claramente beneficiado al pasar de los 248 millones de 2009 a más de 440 en 2019 pese a la caída de la renta agraria anteriormente citada , y todo ello sin contar con el repunte de los costes salariales derivado del fuerte impacto que ha supuesto la escalada del Salario Mínimo Interprofesional generando una pérdida del equivalente a 15.000 empleos a tiempo completo.

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