CRÍTICA DE CINE
«Glass (Cristal)»Pero... ¿de dónde ha salido este tío?
Tercera entrega que completa la trilogía que ha dado en llamarse “Irrompible”
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Se nota, se masca en el ambiente. Cada vez que M. Night Shyamalan estrena una película, se produce una especie de tensión incontrolada en buena parte de la crítica cinematográfica. Y no son pocos quienes le esperan con el cuchillo entre los dientes, deseosos y con la velada intención, nunca antes declarada, de ajustarle las cuentas. No es algo que el cineasta de origen indio haya buscado deliberadamente. Ni mucho menos. Sobre todo porque más allá de su expreso deseo de vivir retirado y sin apenas contacto con los medios de comunicación, no se le conocen más enemigos que los derivados de la inevitable envidia profesional.
Pero dejemos este resbaladizo asunto al margen –no es el momento ni el lugar oportuno–, ya que sólo conduce a pantanosos jardines de orden corporativo, donde habita el desapego y la frustración. Lo incuestionable, lo que no admite ninguna duda, es que Shyamalan puso el listón muy alto desde el principio de su carrera y que, además, su cine se fundamenta en la sorpresa, en la insólita capacidad para dejar al espectador con la mandíbula descolgada y, en algunos casos constatados, incluso desencajada.
Con “Glass (Cristal)” lo ha vuelto a hacer. Cuando las películas de superhéroes nos habían provocado tal empacho que el malestar estaba a punto de cronificarse, aparece el “marciano” Shyamalan y presenta el siempre estupefaciente combate entre las fuerzas de lo extraordinario y lo mediocre.
–Señoras y señores, pasen y vean. Frente a frente. En una esquina, con la mirada casi inyectada en sangre, tenemos a la mezquindad encarnada en la actual civilización; en la otra, sin apenas aspavientos, lo excepcional, lo extraordinario, personificado en tres tipejos de dudosa reputación y sin oficio ni beneficio.
Es simple, es sencillo, pero no me negaran que también genial. Así las cosas, sólo cabe preguntarse por qué demonios no se me había ocurrido a mí antes.
Aviso a navegantes. No es imprescindible, pero sí conveniente, haber visto las dos películas anteriores de Shyamalan con las que esta se funde: «El protegido» y «Múltiple». En ellas está el germen de los personajes que aquí florecen, Don Cristal, el Protector y la Horda, con los que el inquietante director trata de organizar su discurso sobre la naturaleza del superhéroe y el universo del cómic.
Como David Dunn, La Horda y Don Cristal, Shyamalan se siente encerrado en esa institución psiquiátrica de castigo, esa realidad gris donde la originalidad, lo fuera de la norma, es una enfermedad anómala a erradicar.
Cuánto tiempo tendrá que pasar para que admiremos el tamaño real de Bruce Willis, un dios.
- Sólo una advertencia: doblar la voz de James McAvoy es, directamente, un crimen.
M. Night Shyamalan demuestra estar en saludable forma una de las personalidades de Kevin sea la de un experto en cine japonés de los 50-80) un director que hizo del 'twist' sorpresivo materia de estilo.
Como David Dunn, La Horda y Don Cristal, Shyamalan se siente encerrado en esa institución psiquiátrica de castigo, esa realidad gris donde la originalidad, lo fuera de la norma, es una enfermedad anómala a erradicar.
lo extraordinario versus lo mediocre.
Glass (Cristal) está más cerca de la bergmaniana De la vida de las marionetas (1980) que de cualquier film Marvel o DC.
FRASE:
Don Cristal en el desenlace: "sólo si creemos en nosotros mismos podremos desarrollar todas nuestras capacidades, en eso consiste ser superhéroes".