OPINIÓN
¡A Segunda, a Segunda!
"Defender el fracaso continuado es de una vulgaridad supina"
Sevilla - Publicado el
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Antonio Muñoz Molina relata con admiración, en el documental que TVE ha hecho sobre Manuel Chaves Nogales, la habilidad del olvidado periodista sevillano para armar una crónica a partir de un mínimo detalle: “Hay que ser un genio para arrancar su entrevista y reportaje a un personaje tan siniestro como Goebbels destacando la gabardinilla que vestía”. En esos pequeños gestos suele refugiarse mucha información. La humillante eliminación copera que el Sevilla sufrió en la adelantada noche de Reyes no fue una casualidad. En los pequeños detalles se esconde su mediocridad: ver a Saúl, con sangre atlética y sin aportar nada, luciendo el brazalete de capitán y actuando como portavoz de la plantilla es intolerable; comprobar la parálisis del entrenador y analizar sus cambios es desolador; observar cómo el presidente pasea con el director deportivo tras la derrota con el equipito que ha hecho, en vez de mandarlo a Sevilla en bicicleta, es inexplicable; y montar otro show en el vestuario para escenificar el enfado con el técnico es armar una copia ridícula del verdadero José María Del Nido. Pero, quizá, el detalle escondido que describe a la perfección la caída lo encontramos en Madrid, cuando el Bernabéu dejó de cantar “yonki y gitano” para regalarle a los sevillistas el humillante “¡A Segunda, A Segunda!”. ¿Entienden lo que significa o también hay que explicarlo?
Con las navidades apagando la luz, el club ha sido incapaz de tomar alguna decisión merecida y contundente, a la altura de una situación inadmisible. En dos días llegará el primo de Iheanacho, la joya de la cantera del San Petersburgo y el nuevo descubrimiento de los genios. Una clara huida hacia adelante de un presidente incapaz de frenar el empobrecimiento de un invento que su padre llevó a lo más alto. Chesterton explicó en uno de sus geniales artículos qué era la vulgaridad: “Vulgar es alguien que, cuando quiere lucirse, vemos lo poco que tiene que lucir. Si hubieran sido un poco más humildes, tal vez nunca los habríamos descubierto. Si no hubieran sido tan listos, tal vez nunca habríamos sabido lo tontos que eran”. (No lean "tontos" de forma literal. ¿O también hay que explicarlo? La derrota es parte de la vida, pero defender el fracaso continuado es de una vulgaridad supina.