Así se hace la auténtica fritada aragonesa
Juan Barbacil nos acerca esta receta típica de la cocina aragonesa
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Esta semana nuestro colaborador, el académico Juan Barbacil, nos acerca uno de los platos más típicos del recetario aragonés. No está claro el origen de éste plato que bien podría ser árabe centroasiático. Utiliza verduras de la tierra y sobre todo aceite. Hay otras zonas de España donde también se elaboran distintos tipos de fritada. Pero nosotros te proponemos en esta ocasión la auténtica fritada aragonesa:
INGREDIENTES Para 4 personas
2 calabacines medianos
2 cebollas
2 patatas
2 lonchas de papada de tocino
2 pimientos verdes
Sal
1 dl. de aceite
ELABORACIÓN
Trocee la cebolla y póngala en una sartén a fuego fuerte hasta que esta comience a dorarse.
Baje la intensidad del fuego y añada el pimiento, troceado del mismo modo. Trascurridos unos minutos ponga el calabacín cortado a trozos pequeños y tape la sartén.
Corte las patatas y póngalas a dorar en otra sartén. Añada en la misma la papada de tocino cortada a tacos.
Finalmente mezcle el contenido de las dos sartenes y sírvalo en cada plato con una escurridera para que quede un plato no muy aceitoso.
LA SERVILLETA: UN INVENTO DE LEONARDO DA VINCI
En el programa de hoy, Juan Barbacil también nos ha hablado de un elemento esencial en la cocina: la servillta. Bueno, no siempre has sido un árticulo básico en las mesas. Dice Carlos Fisas, autor de varios libros de divulgación histórica que fue Leonardo Da Vinci quién la inventó en 1491.
Ésta dejó escrito en sus diarios, que cuando relataba sus vicisitudes como maestro de ceremonias del duque de Milán, tuvo la idea de ofrecer a los invitados una manera de limpiarse las manos durante los banquetes: un paño individual para cada comensal. Y es que hasta entonces, el duque utilizaba conejos vivos para limpiarse las manos sobre sus lomos. Y aunque te parezca extraño, este invento de la servilleta no fue muy bien recibido en su época.
Frisas recoge en uno de sus libros el testimonio del embajador de Florencia, Pietro Alemanni, durante una de las ceremonias celebradas en Milán que relata lo siguiente: «Nadie sabía cómo utilizarlo o qué hacer con él. Algunos se dispusieron a sentarse sobre él. Otros se sirvieron de él para sonarse las narices. Otros se lo arrojaban como un juego. Otros aun envolvían en él las viandas que ocultaban en sus bolsillos y faltriqueras. Y cuando hubo acabado la comida, y el mantel principal quedó ensuciado como en ocasiones anteriores, el maestro Leonardo me confió su desesperanza de que su invención lograra establecerse».