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El calvario de una madre de Asturias para que su hijo con esquizofrenia haya conseguido llevar “una vida normal”

Pepa, de Oviedo, luchó durante años para conseguir una orden judicial que le permitiera ingresar y tratar a su hijo

Yolanda Montero

Oviedo - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

      
      
             
      

Uno de cada tres asturianos sufre algún tipo de trastorno mental. Actualmente, se registran 375 casos por cada 10.000 habitantes en Asturias, una cifra que refleja el aumento de problemas de salud mental en la región y que sigue creciendo con el paso de los años.

Los trastornos como la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar y los trastornos de la conducta alimentaria son cada vez más comunes, afectando no solo a la población adulta, sino también a adolescentes y jóvenes.

Este incremento de la prevalencia de los trastornos mentales evidencia la necesidad de mayor atención a la salud mental y de contar con recursos que puedan atender a quienes padecen estos problemas, tanto en el ámbito familiar como en el sistema de salud. Una de las historias que mejor refleja la dificultad y el sufrimiento asociado con estos trastornos es la de Marcos, un joven de Oviedo que comenzó a sufrir los primeros brotes de esquizofrenia paranoide cuando era apenas un chaval.

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El inicio de una lucha

Marcos tenía solo 24 años cuando su vida y la de su familia comenzaron a cambiar drásticamente. Según recuerda su madre, Pepa, una enfermera pediátrica jubilada, los primeros brotes fueron terribles. "La vida con él era horrorosa, en casa era terrible. Al principio lo pudimos ir llevando, pero llegó un momento en que ya no se podía más. Le dio un brote tan terrible que tuvimos que ingresarlo de manera involuntaria", ha contado Pepa en COPE Asturias.

Después de ese primer brote, vinieron varios más. Uno de los mayores obstáculos que enfrentó Pepa fue que su hijo, al ser mayor de edad, no podía ser obligado a medicarse ni a recibir tratamiento sin su consentimiento. Como muchas otras madres en situaciones similares, se enfrentó a una enorme desesperación.

Pepa recorrió médicos, abogados y hasta la policía en busca de una solución para tratar de ayudar a su hijo, pero la situación seguía complicándose. En un momento dado, Pepa tuvo que tomar una decisión desgarradora: echar a Marcos de casa.

      
             
      

La odisea de un diagnóstico tardío

Con el paso del tiempo, y tras muchos esfuerzos, logró ingresarlo en una clínica, aunque solo consiguió un informe, no un diagnóstico definitivo. Ese informe le permitió a Pepa presentar el caso en el servicio de Urgencias del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) cuando Marcos acudía en uno de sus episodios más graves.

El verdadero avance llegó cuando un forense evaluó a Marcos y, después de analizar su situación, dictaminó una orden judicial que permitía su ingreso obligatorio en un centro y el inicio del tratamiento adecuado. Sin embargo, esta intervención llegó cinco años después de los primeros brotes

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Joven

Durante ese tiempo, Pepa vivió una auténtica pesadilla. Enfrentada a la recomendación del médico de cerrar la puerta de su casa a su propio hijo, Pepa sintió un dolor indescriptible: "El médico me dijo que, aunque fuera muy duro, tenía que cerrarle la puerta y decirle que, si no iba al médico, no entraba en casa".

      
             
      

"Yo pensaba: Dios mío, ¿cómo voy a dejar a mi hijo dormir en la calle? Fue durísimo, pero funcionó", recuerda.

Tras esos cinco años de incertidumbre y sufrimiento, Marcos fue finalmente diagnosticado con esquizofrenia paranoide, una enfermedad mental grave que afecta la capacidad de una persona para pensar con claridad y gestionar sus emociones. Hoy, con 39 años, lleva una vida tranquila junto a su madre. “Es una vida metódica, pero sale a la calle sin problema, se relaciona sin problema y es un cielo de hijo”, ha contado Pepa con alivio y satisfacción.

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