FÚTBOL
Se cumplen siete años del último ascenso de la UD Las Palmas a Primera División
El conjunto grancanario ganó la eliminatoria ante el Real Zaragoza el 21 de junio de 2015.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Se cumplen en la jornada de hoy siete años de un día que quedará en la memoria de todos los aficionados amarillos. El 21 de junio de 2015, Gran Canaria se levantó con un cosquilleo especial, era un día diferente fueran o no aficionados al fútbol. Todos en la calle hablaban de lo mismo, los alrededores de Siete Palmas estaban plagados de camisetas amarillas y los más románticos del fútbol se dieron cita en un lugar tan especial como el Estadio Insular.
Allí comenzó un día inolvidable que tuvo su punto de partida en la famosa frase de Paco Herrera: "Nos vemos en la guagua", una frase que hizo creer a jugadores, aficionados y hasta los más escépticos confiar en que el equipo, pese a la derrota sufrida en el partido de ida ante el Zaragoza, en La Romareda, le daría la vuelta a la eliminatoria.
Desde el Insular una marea amarilla puso rumbo hasta el Estadio Gran Canaria al filo del mediodía. Ya en Siete Palmas, eran muchos otros los que esperaban entre vítores, nervios y ganas de que rodara el balón, pero antes había que recibir al equipo. Ese fue el primer gol de la afición dentro de una eliminatoria a la que había que darle la vuelta. Apenas podía avanzar la guagua, entre la marea amarilla que allí se citó. Una vez dentro, convirtieron el Estadio en un fortín. Con esa motivación extra que les dió el jugador número 12, los chicos de Paco Herrera salieron al encuentro enchufados y con ganas de devolver el cariño recibido.
Rodó el balón sobre el césped y comenzó la locura. Roque puso en pie una afición entregada desde el minuto cero. Hacer la machada estaba más cerca y los amarillos lo sabían. Corrían los minutos, las prisas apremiaban y el gol no llegaba, pero nadie dejaba de creer. Ortuño la peina, Aythami centra, con la 'famosa chilena de Patalavaca', y Araujo manda el balón al fondo de las mallas. Un gol que desató la locura, las lágrimas, los gritos y los abrazos con los compañeros de butaca, mientras los jugadores hacían una piña en el terreno de juego. El sueño de todos estaba a punto de hacerse realidad.