Pastoral del obispo de la Diócesis de Canarias por el fallecimiento de Benedicto XVI, Papa emérito
Elevamos nuestras férvidas oraciones al Dios de la misericordia para que se digne acoger a su siervo Benedicto XVI y le haga gozar de la plenitud del Reino de los Cielos
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Queridos diocesanos,
Queridos hombres y mujeres de buena voluntad,
Con gran dolor y tristeza hemos recibido en la mañana del sábado 31 de diciembre, cuando nos estábamos preparando para finalizar este año y dar la bienvenida al nuevo, la noticia del fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI.
Un Papa que, ciertamente, ha marcado la historia con el gesto de humildad de renunciar al Pontificado cuando vio que no podía cumplir adecuadamente su misión como Sucesor de Pedro, especialmente en los tiempos en que vivíamos.
Yo particularmente he de confesar que tenía una especial devoción y estima de él, no solo porque fue el Papa que me nombró Obispo incorporándome al Colegio episcopal, sino también porque su Magisterio, a través de sus escritos y homilías, fueron y siguen siendo de una gran riqueza para mi vida personal y para mi ministerio episcopal. Son muchas las citas que vienen ahora a mi mente. En especial, me gustaría destacar el discurso que pronunció a la Curia romana con ocasión de las felicitaciones de Navidad en el año 2015. En sus palabras, invitaba a interpretar el Concilio Ecuménico Vaticano I desde la continuidad en la discontinuidad. También recuerdo su advertencia sobre las desastrosas consecuencias del neocapitalismo para la humanidad.
Su preocupación por la ecología y su invitación a una ecología humana. O su referencia a la «dictadura del relativismo» en la Misa Pro eligiendo Pontífice, una dictadura que miraba con tanta preocupación, pues a lo largo de la historia ha dado lugar al nacimiento de tantas ideologías absolutistas. Y así tantas y tantas enseñanzas que nos ha dejado en su Magisterio, en el que ha sabido unir armónicamente la fe y la razón. Ojalá que esas enseñanzas de tanta profundidad puedan ser más conocidas y apreciadas, pues son de una gran riqueza.
A los sentimientos humanos de dolor y tristeza, se suma un sentimiento de alegría. La alegría de saber que ya ha sido llamado a la Casa del Padre, donde el Buen Dios dará a este «humilde trabajador de la viña del Señor» -como se autodefinió al ser elegido al Pontífice- «la corona que no se marchita» por haber llevado a cabo la misión que el Señor le confió de dirigir la nave de la Iglesia en tiempo nada fáciles y confirmar a sus hermanos en la fe.
Elevamos nuestras férvidas oraciones al Dios de la misericordia para que se digne acoger a su siervo Benedicto XVI y le haga gozar de la plenitud del Reino de los Cielos. Les invito a unirnos en oración, junto a toda la Iglesia, para rezar por el eterno descanso de su alma y también por nuestro Papa Francisco, que el Señor le siga sosteniendo en su ministerio petrino con la ayuda del Espíritu Santo.
Que al acabar este año y mirar hacia atrás surja en nosotros el deseo de alabar a Dios por este tiempo de gracia que nos ha concedido, y que nuestra alabanza y acción de gracias también sea por la bendición que Benedicto XVI ha sido para la Iglesia. Él que durante ocho años estuvo al frente de la Iglesia como «siervo de los siervos de Dios»; él, que tuvo el valor de reconocer la conveniencia de dar el paso, de renunciar para que fuera otro el que continuara la misión de Pontífice; él, que ha acompañado al Papa Francisco con su oración y su apoyo incondicional... No me cabe duda de que seguirá acompañando a la Iglesia en estos momentos turbulentos de la humanidad a causa de las guerras y las injusticias, del relativismo moral, del neocapitalismo salvaje que se va imponiendo, al igual que otras ideologías que atentan contra la profunda verdad del ser humano creado por Dios... preocupaciones que Benedicto XVI siempre tuvo en el corazón.
Concluyo esta carta reiterando mi invitación a orar por el eterno descanso del Papa Emérito, Benedicto XVI, especialmente en las Eucaristías de este fin de semana. Que María, Madre de la Iglesia, interceda ante su Hijo por su siervo Benedicto XVI para que entre al banquete de su Señor y goce del descanso eterno.
A todos mis mejores deseos también de un bienaventurado año nuevo en el que
sigamos avanzando como Iglesia por los caminos del Señor, dando testimonio gozoso de nuestra fe y viviendo en el compromiso por fomentar una mayor amistad social y
fraternidad humana, bajo la guía de nuestro Pastor, el Papa Francisco. Que el Señor les bendiga.