SOCIEDAD

El grito desesperado de Moisés, uno de los últimos inquilinos de las chabolas del Pancho Camurria

"Espero que las instituciones implicadas me consigan una solución habitacional para que mi pareja y yo podamos salir de aquí", afirma después de 8 años en una infravivienda

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Se llama Moisés y llegó a Tenerife en 1998 procedente de Sierra Leona. Su historia, como la de muchos inmigrantes africanos que han llegado a Canarias, no ha sido fácil. Nuestro protagonista vive junto a su pareja, en una de las 3 chabolas que todavía permanecen en los exteriores del Pabellón Pancho Camurria en al barrio de Somosierra de nuestra capital. Y en esa situación y en esas condiciones lleva desde hace 8 años, en un asentamiento que llegó a contar con hasta 30 de estas infraviviendas. Poco a poco se han ido adoptando medidas para desalojar esta zona, como en el caso de Celso, al que la semana pasada los servicios sociales del Ayuntamiento le encontraron una solución habitacional para comenzar una nueva vida.

Moisés, pudo vivir en unas condiciones mínimamente dignas mientras tuvo trabajo en una empresa de construcción, pero el cierre de la misma le llevó a al paro, y a una crítica situación que se prolonga ya durante los últimos nueve años. Moisés nos ha relatado su historia en La Mañana de COPE Tenerife y lo hace con un grito desesperado: “Espero que las instituciones implicadas me consigan una solución habitacional para que mi pareja y yo podamos salir de aquí”.

Moisés se queja de que hasta el momento “no me han ofrecido nada” y dice estar esperando por la solicitud “que he presentado ante el Ministerio de Vivienda”. En cualquier caso, reitera una y otra vez que la solución es responsabilidad “del Ayuntamiento”, mientras afirma que “el alcalde Bermúdez conoce mi situación”. El mensaje es claro: “Ojalá que cumplan su palabra y nos den una solución de aquí a diciembre”. La referencia temporal obedece a que desde la corporación municipal, se plantean buscar una solución definitiva antes de final de año, con el objetivo de construir un nuevo parking en la zona que ocupan las chabolas.

La realidad es que la vida en estas condiciones es muy dura: “me busco la vida como aparcacoches en la explanada que está aquí detrás”, apunta Moisés, que añade que “también los domingos tengo un puesto en el rastro y con eso voy tirando”.

Hay que tener en cuenta que estas chabolas, carecen de electricidad y agua por lo que “cada día voy a buscar agua al albergue, y me hago mi comida aquí con una cocinilla en mi chabola”.

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