medio ambiente

El drama de los negocios de Punta Brava mientras Playa Jardín sigue cerrada: “Nos estamos ahogando”

La contaminación del agua ha dejado secuelas económicas 

Bryan Estupiñán

Tenerife - Publicado el

2 min lectura

      
      
             
      

El eco de las olas se mezcla con un silencio incómodo en Punta Brava. En el corazón de este pequeño barrio costero, donde la vida suele latir al ritmo de los turistas que llenan sus calles, ahora solo se escucha la preocupación de quienes luchan por resistir. “Nos estamos ahogando. Las ventas han caído en picado, casi un 50% desde que Playa Jardín cerró”, confiesa Mayelin Ramírez, empleada de la Frutería Jardín. 

Como ella, decenas de comerciantes en la zona están al límite. Lo que empezó como un incidente puntual, (la rotura del emisario en Punta Brava) se ha convertido en una pesadilla sin fin. Desde julio, la emblemática playa permanece cerrada, y las señales de precaución ahuyentan a los visitantes, dejando a los negocios locales en una situación insostenible.

“No sé cuánto tiempo más podremos aguantar con la tienda abierta. Todo depende del turismo, y si la playa no se reabre pronto, no habrá cómo pagar a fin de mes”, explica Mayelin. Como ella, otros trabajadores relatan el mismo drama: restaurantes vacíos a mediodía, cafeterías que han dejado de preparar sus desayunos estrella y heladerías que ya no encuentran motivos para llenar sus vitrinas. 

El ayuntamiento quiere revertir cuanto antes la situación

Desde el otro lado de la administración, el alcalde del Puerto de la Cruz, Leopoldo Afonso, no niega la gravedad de la situación. “Playa Jardín nos quita el sueño. Sabemos lo que representa para la ciudad, no solo a nivel económico, sino también como un símbolo de nuestro municipio. Estamos trabajando para revertir esta situación lo antes posible”, asegura.

El alcalde explica que se han destinado recursos para analizar el estado del emisario y que, de manera paralela, se están llevando a cabo estudios para garantizar que el agua de la playa sea completamente segura antes de reabrirla. “No queremos tomar decisiones precipitadas que luego pongan en riesgo la salud de los bañistas o generen un problema mayor”, aclara. Sin embargo, la realidad es que cada día que pasa sin una solución agrava la situación de los negocios locales. “Somos conscientes de que los comercios no pueden permitirse seguir así mucho tiempo”, admite.

Mientras tanto, en Punta Brava, las persianas que antes se levantaban con el primer rayo de sol, ahora se retrasan cada vez más. Los comerciantes, que intentan aguantar el tirón, sienten que los clientes son como el horizonte en el mar: se ven, pero nunca se alcanzan. “Ojalá reabran pronto, pero necesitamos respuestas concretas, no más palabras”, reclama Mayelin, con la vista fija en la playa desierta.

      
             
      

Los días pasan y la incertidumbre pesa como una losa. Desde el consistorio son conscientes de que no puede prolongarse este problema y aseguran que está trabajando a contrarreloj para restablecer la situación lo antes posible y devolver la normalidad al municipio