VOLCÁN LA PALMA

El volcán que cambió La Palma en tres meses

Más de 1.300 viviendas y 73 kilómetros de carreteras han quedado sepultados por la lava

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

5 min lectura

Si 2020 fue el año de la pandemia, 2021 será recordado por la erupción volcánica en Cumbre Vieja, en la isla de La Palma, que ayer se dio oficialmente por concluida.

Un fenómeno natural poderosamente atractivo y destructivo que durante casi tres meses ha traído de cabeza a los palmeros, que aguardan a que, una vez finalizada la emergencia, comiencen a llegar todas las ayudas comprometidas para poder rehacer sus vidas.

Un acontecimiento que ha captado la atención internacional, que ha puesto de relieve la importancia de la ciencia y de la utilidad de las nuevas tecnologías, y que ha familiarizado al gran público con una terminología raramente empleada salvo por una minoría: lapilli, piroclastos, estromboliano, fisural, fajana...

Desde que comenzó la erupción el 19 de septiembre en la zona de Cabeza de Vaca, en El Paso, se han entremezclado dos sentimientos opuestos: por un lado, la fascinación por el espectáculo de luz, sonido y fuego, y la certeza de estar asistiendo a un hecho histórico; y por otro lado, el temor a sus devastadores efectos.

RECUENTO DE DAÑOS

Las cifras son abrumadoras: más de 1.300 viviendas han sido sepultadas por la lava, además de edificaciones agrícolas, de ocio y hostelería, colegios, parte de un cementerio, un polígono industrial, un punto limpio, más de 73 kilómetros de carreteras y casi 370 hectáreas de cultivos, además de conducciones de agua, luz y telefonía.

Dos de los grandes pilares económicos de la isla se han visto seriamente golpeados: el turismo, perjudicado por los constantes cierres del aeropuerto y por las cancelaciones de reservas, y la agricultura, singularmente la producción de plátanos, uva y aguacate.

Según una estimación de daños efectuada en noviembre por las administraciones locales, se superaban los 900 millones de euros. Por poner en perspectiva esta cifra, el PIB de La Palma en 2018 fue de 1.580 millones.

LA HUELLA EMOCIONAL

El recuento de daños materiales se antoja complicado y aún llevará tiempo, pero las secuelas emocionales son incalculables.

Barrios enteros como Todoque o El Paraíso desaparecieron bajo la lava y otros como La Laguna fueron parcialmente atravesados por lenguas basálticas a más de 1.000 grados y de hasta 10 metros de altura, si no más.

Más de 2.300 personas vivían dentro del perímetro del volcán y de las coladas.

En total fueron evacuadas más de 7.000 y está por ver cuántas podrán regresar a sus viviendas y cuándo, pues sigue habiendo riesgo por la presencia de gases nocivos y algunas estructuras se podrían haber visto comprometidas.

Son muchas más las personas que han estado expuestas a un gran desgaste psicológico al encadenar noches en vela por los terremotos, el rugido del volcán, la incertidumbre por el caprichoso avance de las coladas y, en el peor de los casos, la pérdida de sus casas, de su sustento económico, o de ambas cosas.

Y también a concentraciones de gases, principalmente dióxido de carbono, y a una lluvia constante de cenizas cuya retirada se ha convertido en un suplicio y en una amenaza para las edificaciones en las zonas de mayores acumulaciones, por riesgo de desplome.

UN MÁSTER PARA LA CIENCIA

El anverso de la moneda de esta erupción volcánica es la oportunidad que ha brindado a la comunidad científica para estudiar "in situ" este fenómeno, medido, analizado y monitorizado por tierra, mar y aire, en este último caso con la ayuda de los drones, que han sido los ojos de los gestores de esta crisis.

Una legión de geólogos, geógrafos, vulcanólogos, sismólogos y demás especialistas se ha desplazado hasta la isla para seguir las evoluciones de un proceso eruptivo que ha batido casi todos los récords: el de superficie afectada, más de 1.200 hectáreas, y el de duración, 86 días si se tiene en cuenta cuándo se paró en seco (a las 21.00 horas del 13 de diciembre), o 97 si se incluye de plazo para darlo oficialmente por apagado.

La erupción sorprendió a los expertos por su rapidez, apenas una semana después de que detectara un enjambre sísmico y con las primeras evacuaciones en marcha, las de personas con dificultades de movilidad.

La lava comenzó a salir por varias bocas en Cabeza de Vaca, a entre 300 y 500 metros de distancia respecto a donde los científicos predecían que podría emerger a la superficie.

Primero fueron dos, tres coladas, pero a lo largo del proceso eruptivo se contabilizaron más de una decena, varias de las cuales acabaron llegando al mar y formaron fajanas o deltas lávicos con los que La Palma ganó casi 50 hectáreas de terreno al mar.

EL RETO DE LA RECONSTRUCCIÓN

La morfología de la isla ha cambiado con esta erupción, pero sobre todo la superficie de buena parte del Valle de Aridane, reconvertido en un inmenso malpaís que en algunas zonas supera los 30 metros de altura.

Uno de los grandes retos del proceso de reconstrucción es precisamente dónde se ubicarán definitivamente las personas que perdieron su hogar y definir el uso de todo este terreno invadido por las coladas.

Los representantes de las diferentes administraciones, Gobierno de España, de Canarias, Cabildo de La Palma y ayuntamientos de El Paso, Los Llanos y Tazacorte, se han afanado en trabajar unidos, olvidando batallas partidistas, e intentar dar respuestas desde el minuto uno, dando prioridad a lo más urgente.

Ahora que se acabó la erupción queda lo más difícil: definir estrategias, determinar prioridades, ejecutar lo presupuestado y aumentar la cuantía de las ayudas si fuera necesario para dar cumplimiento a lo prometido por el presidente Pedro Sánchez y también por el rey Felipe VI: "No lo vamos a olvidar. La Palma saldrá adelante".

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