¿Qué edificio en Santander esconde la colección de animales disecados más antigua que se conserva?

Es como un pequeño museo de ciencias y arqueología que cuenta hasta con refugio antiaéreo

Parte de la colección de animales disecados

Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El IES Santa Clara de Santander es mucho más que un instituto. Es un museo en el centro de la ciudad habida cuenta de la cantidad de objetos, que cuentan su historia,también la de la ciudad, y de pequeñas obras de arte que esconden sus paredes y pasillos.

El Santa Clara fue uno de los escasos ejemplos de centros oficiales de enseñanza secundaria creados en España según el proyecto educativo de los gobiernos liberales del siglo XIX. Un gabinete presidido por Francisco Javier Istúriz proyectó en 1836 un plan global para todo el sistema educativo español, que contemplaba la educación secundaria como “enseñanza media para las clases medías”. En diciembre de 1837 la Diputación Provincial destinó para uso docente el convento de las monjas clarisas de la ciudad, previamente desamortizado.

A propuesta de la Sociedad Económica Cantábrica el 15 de mayo de 1838, se acordaba el establecimiento del Instituto Cantábrico, como continuador del Real Seminario Cántabro que había sido clausurado en 1811 por el gobierno de José Bonaparte. Se trata, por tanto, del centro educativo más antigua de Cantabria y el segundo con más historia de España.

Y parte de esta historia se aprecia tanto en el exterior, donde parte de las piedras de aquel convento de las clarisas forma parte del muro de separación del centro educativo, como en el interior en cuyo hall de entrada se expone una ménsula con una de las primeras representaciones de Santa Clara. Y esto, es solo el comienzo.

Por sus aulas han pasado e impartido clases importantes personalidades de la sociedad y cultura cántabras: José María de Pereda, los hermanos Menéndez Pelayo, Sanz de Sautuola, González de Linares, Gerardo Diego, Amós de Escalante, León Felipe, Manuel Llano o Matilde Camus pasaron por sus aulas.

De sus paredes cuelgan obras de algunos de los maestros que han pasado por allí: de Roberto Orallo destaca su ‘Metamorfosis’. Una espectacular recreación de la obra de El Bosco que surge de la admiración del pintor cántabro por los clásicos de la historia de la pintura. El tríptico, cuyos originales de menor tamaño también se encuentran en el Santa Clara, se configura por dos paneles laterales que se cierran sobre uno central reflejando el mundo dividido por una franja entre norte y sur, y que al desplegarse reproduce el paraíso, la tierra en la que se vive y el infierno.

Indalecio Sobrino es otro de los maestros que tiene colgada una de sus obras en las paredes del instituto. Una obra sin título, según reza una nota del propio autor, que formo parte de un tríptico para la edición de ARCO de 1985.

Pero el Santa Clara es mucho más. Pocos edificios conservarán una gran escalinata central en mármol vigilada por grandes vidrieras y coronada con frescos que le dan un aire señorial que se refleja, por ejemplo, en su salón de actos. La biblioteca es otro de sus grandes tesoros. Ediciones únicas o primeras ediciones como un Ulises de Joyce, reposan entre sus paredes.

Artilugios de física y química con más de 100 años de antigüedad, piedras y fósiles que bien podrían formar parte de los fondos de algún museo de historia o una colección de transparencias pintadas sobre placas de vidrio de las que se colocan en la linterna mágica, de la que también hay un ejemplar en el centro, son parte de su tesoro.

Maquinaria original del reloj exterior del IES Santa Clara

Maquinaria original del reloj exterior del IES Santa Clara

Sin embargo, una de las cosas que más llama la atención a alumnos y visitantes, que acuden por alguna razón al instituto, es su colección de animales disecados. Aves, mamíferos, reptiles, insectos, algunos de los cuales tienen más de 150 años. Y de entre todos, destaca una cría de oso pardo capturado en los Picos de Europa que vigila los pasillos desde una vitrina.

Se trata en definitiva de un edificio, que es y tiene mucha historia. Un edificio que esconde bajo sus cimientos un refugio antiaéreo y que las autoridades educativas debieran de mimar, también económicamente, para no perderlo.

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