Santander dice adiós a una parte de su historia colectiva

La treintena de cabinas que aún quedaban en la ciudad se retirarán este mes de febrero

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Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

La treintena de cabinas que aún se pueden ver por las calles de Santander tienen los días contados. En concreto, no les quedan más de 12 días para que desaparezcan del paisaje urbano. Con ellas se va una parte de nuestra historia colectiva y también de nuestras vivencias más privadas.

Las primeras cabinas llegaron a la capital en 1963. Hasta ese momento había que acudir a los locutorios de telefónica para poder realizar las llamadas. “En los pueblos esto se prolongó durante mucho más tiempo e incluso en las zonas más apartadas las llamadas se realizaban desde casas particulares que daban acceso a utilizar aquellos primeros teléfonos” recuerda Lucas Mier, operario de Telefónica ya jubilado.

La llegada de las cabinas telefónicas supuso toda una revolución de la sociedad de la época y marcaron la temperatura del país. Cuando la cosa iba bien, se formaban colas para realizar las llamadas, cuentas las crónicas de la época.

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Lucas Mier, trabajador de Telefónica

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Retirarlas de las calles, asegura Mier, muestra también un pequeño fracaso como sociedad que no ha sabido reconvertirlas en otra cosa como sí ha ocurrido en otros países.

La llegada de las cabinas trajo también los “primeros timos” a las compañías telefónicas. “¿Quién no recuerda el del hilo pegado a una moneda?” se pregunta Lucas.

Y así era. Pocos habrá que no intentaran en su día hacer un agujerito a una moneda, introducir un hilo por él y una vez bien sujeta, echar la moneda por la ranura del teléfono. Una vez concluida la conversación, tirar del hilo y recuperar la moneda ·después de haber hablado todo el tiempo que uno quería”.

Luego llegaron otros tipos de engaño, algunos de los cuales sonaban más a leyenda urbana que a otra cosa. En su momento corrió de boca en boca el de marcar los números de teléfono en vez de con la rueda, y luego con las teclas de los números, pulsando la lengüeta de colgar tantas veces como el valor que tenía cada número a marcar. Era casi imposible llevar bien la cuenta de las veces, y el ritmo, al que había que pulsar la tecla de colgar.

Saber que se retiran definitivamente las cabinas, seguro que nos lleva a recordar cuál fue aquella primera llamada que hicimos desde una de ellas. Mier no duda. “La primera llamada que hice fue desde una cabina en el barrio de san Francisco en Bilbao a mis padres. Era el año 1964. Primero les tuve que avisar por carta que tal día a tal hora les iba a llamar para que estuvieran pendientes en el locutorio de La Cavada”.

Así eran las cosas en aquellos primeros años de la telefonía popular que se despide definitivamente de nuestras calles.

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