Madrid - Publicado el - Actualizado
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Resulta difícil no esbozar una media sonrisa cuando se leen comentarios en redes sociales de los detractores de la Fiesta que aseguran que el fallo del Tribunal Constitucional que anula la prohibición de los Toros en Cataluña se ha hecho a toda prisa para golpear al nacionalismo más rancio. ¿Seis años esperando el fallo del máximo órgano de la Justicia en España se les antoja un fallo realizado con rapidez? No parece que negarle el pan –las corridas de toros- pero no la sal –los correbous- a la afición catalana durante aproximadamente 2.000 días sea actuar con celeridad. Las cosas de palacio van despacio y, si encima le añadimos la vertiente de los capotes y muletas, ya parece un maratón de tortugas. ¿Será tan sencillo devolver la normalidad taurina a la ciudad Condal en particular tras seis años de ostracismo y continuo golpeo a la Fiesta? No quiero ni imaginarme la celebración de la primera corrida de toros, con cientos de antitaurinos beligerantes a las puertas del coso taurino, increpando, insultando e intimidando a los espectadores que acudan libremente a ver un espectáculo legal. Porque, si los propios mandatarios catalanes que niegan que vayan a acatar la sentencia, ¿qué protección y amparo le brindarán a esos catalanes que acudan a los Toros? La dictadura del miedo impera y se reviste de democracia. Peligroso, muy peligroso. Por eso, seis años sin Toros, pese a que la afición catalana ha luchado hasta la extenuación por no caer en el olvido a pesar de que el sector ha hecho el Don Tancredo con ellos salvo honrosas excepciones. Seis años son un tiempo precioso que hacen que el fallo sea menos justo y por eso esperemos y deseamos que no haya causado un divorcio irremediable entre lo taurino y la sociedad catalana. Ahora bien, mucho se ha escrito de cómo volverán los toros a la Monumental de Barcelona y se han planteado múltiples alternativas, siendo la más repetida que Balañá apueste por organizar un abono de corta duración contando con la presencia de José Tomás y de todas las figuras del Toreo, ahora bien, ¿es esto posible? La victoria legal que ha conseguido la Tauromaquia es solo un episodio más de la batalla que se libra a diario. El animalismo más extremo prosigue con su cruzada de otorgar humanidad a los animales, los insultos y amenazas arrecian y el aficionado cada vez sufre más en sus carnes el precio de su pasión. Pues esto, multiplicado varias veces en Cataluña donde, además, se lleva hasta el extremo el crear el nexo de que españolidad y toros van cogidos de la mano, como si fuera necesario el tener o poseer ideología conservadora para ser aficionado a los toros. Nada más alejado de la realidad. Se ha dicho hasta la extenuación que la Fiesta de los Toros pertenece al pueblo y mientras éste quiera que haya toros, ni papas, dictadores ni politiquillos de medio pelo podrán con el espectáculo más culto de la Historia. Pero, por desgracia, hay que comenzar casi desde cero para remontar estos seis años sin Toros en Cataluña, por eso es la hora de que los empresarios, toreros y ganaderos den un paso al frente y luchen por lo suyo, su medio de vida. Aunque, viendo cómo tratan a los parlamentarios catalanes no nacionalistas la turba ultranacionalista, no esperen que les reciban con flores ni libros. Ellos únicamente entienden de insultos y difamaciones. ¡Qué pena!