Camino del Calvario, una retransmisión desde el corazón

Noelia Barroso y Javier Caruda cuentan la experiencia de retransmitir la procesión Camino del Calvario

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Noelia Barroso y Javier Caruda cuentan la experiencia de retransmitir la procesión Camino del Calvario

La experiencia de Javier

Cuando Cope Cuenca me propuso realizar la retransmisión de la salida de la procesión Camino del Calvario dentro del circuito nacional de Cope desconocía por completo el regalo que acababa de hacerme. Recuerdo momentos de espera, una iglesia completamente vacía, silenciosa y D. José abriendo las puertas para poder montar equipos con tranquilidad. Poco a poco la iglesia se llenaba de una paleta de morados, verdes, granates y negros, de banceros inquietos y de veteranos satisfechos por poder cumplir un año más el rito, de músicos, de periodistas... Mientras que Antonio Pérez Valero, en el exterior, peleaba por conseguir esa entrevista que necesitábamos entre la turba, en el interior contábamos a toda España ese compendio de sentimientos que la procesión Camino del Calvario aúna, la aproximación de Nuestro Padre Jesús Nazareno al portón del Salvador, la apertura de éste, el recibimiento de la Turba, la amarga alegría de San Juan y el dolor en la Madre de la Soledad. Y, de nuevo, el silencio en la Iglesia.

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Había que desmontar rápido y trasladarnos al Ayuntamiento y a un pequeño balcón justo al lado de la Iglesia de san Felipe, donde poco teníamos que hacer para contar al mundo esa peculiar forma de oración que se tiene en la madrugada santa. Estruendo, silencio, rítmico golpeo de las horquillas, canto de pájaros, Mangana…y Miserere mei Deus…no da tiempo a concluirlo…estruendo que da cumplimiento al rito dando paso a la juvenil melancolía juanista que marca el camino al Dolor hecho Madre. Un año más.

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La experiencia de Noelia

Subíamos por la calle de la Esperanza. Recuerdo el frío y el sonido de algunos tambores, aunque, a las tres de la madrugada, todavía era un ruidos dispersos y aislados. Como conquense de adopción, a pesar de que ya me había “empapado” de todo lo relativo a la Semana Santa de Cuenca, no era del todo consciente de lo que iba a vivir.

La iglesia del salvador, al principio, estaba prácticamente vacía. La primera hora la pasamos concentrados en los asuntos mas puramente técnicos y preocupados porque todo estuviera perfectamente colocado.

Cuando llegó el momento ocupé, micro en mano, la parte de abajo de la Iglesia del Salvador. Al principio me movía con soltura entre nazarenos y pasos pero, poco a poco, aquel lugar se fue llenando de hermanos que se movían de un lado a otro preparándose para el comienzo.

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La retransmisión iba bien. Antonio Pérez Valero estaba fuera. En cada nueva conexión el estruendo era más grande. Miraba a Javier Caruda, en la parte de arriba de la Iglesia. Al principio era fácil comunicarnos con señas, pero después, me iba diluyendo entre la muchedumbre.

Llegó la hora, me encontraba detrás del paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se abrieron las puertas del Salvador y, a pesar de que era algo que había podido ver en vídeos y fotos, lo impresionante de estar físicamente en ese lugar y en ese momento es indescriptible. Una extraña luz, a pesar de que era de noche, y un gigantesco estruendo inundaron en tan solo unos segundos la iglesia. La emoción me invadió.

Cuando todos salieron cogimos los trastos y ocupé otra posición privilegiada, el balcón del Ayuntamiento. Allí, con una luminosidad propia de las horas, pude ver como todos los pasos se hacían hueco en la plaza Mayor. La plaza se quedó en silencio y, por los cascos, escuché el Miserere.

Tener la oportunidad de contarlo a toda España fue una experiencia única que jamás olvidaré.

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