Mons. Braulio Rodríguez Plaza, un arzobispo con alma de cura

La Archidiócesis Primada ha tenido en D. Braulio Rodríguez Plaza a un pastor de una excepcional calidad humana y espiritual

ARZOBISPO DE TOLEDO

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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ARZOBISPO CON ALMA DE CURA

Por Felipe García Díaz Guerra, Vicario Episcopal de Talavera de la Reina

La Archidiócesis Primada ha tenido en D. Braulio Rodríguez Plaza a un pastor de una excepcional calidad humana y espiritual.

Nacido en aquellos duros años de la posguerra, en el seno de una familia numerosa y trabajadora, de profunda raigambre cristiana, D. Braulio encontró en el ambiente de la parroquia de su pueblo, Aldea del Fresno, esas circunstancias necesarias para ir descubriendo que Dios le quería para su servicio. A aquellas primeras señales de vocación, apoyado por el cura de su pueblo y por sus padres y hermanos, el joven Braulio responde desde el primer momento con generosidad y entrega, sin ahorrar ningún sacrificio….porque es consciente de que lo primero es lo primero: responder a la llamada del Señor. Entregado a Dios, pero sin abandonar jamás a los suyos (hermanos y sobrinos, sobre todo), con los que jamás ha dejado de mantener ese afecto familiar que le ha acompañado siempre.

Y no fue un camino fácil el que tuvo que recorrer en su formación en el Seminario Menor y Mayor de Madrid, cuando tiene que empezar con los latines y los demás estudios de humanidades. Allí tiene que compartir curso con muchachos varios años más jóvenes que él, con quienes ejerce a la vez de compañero y de hermano mayor. Después, tendrá que adentrarse en los rigores y las honduras del saber filosófico y teológico, que despiertan en él un amor grande al estudio, y especialmente, al estudio de la Sagrada Escritura, de la mano sobre todo de aquel su maestro de lenguas y de Biblia, D. Mariano Herranz, forjador de ese excepcional grupo de biblistas que ha conformado lo que se ha llamado la “Escuela de Madrid” de estudios de la Sagrada Escritura.

También en el Seminario de Madrid descubre que para ser padre y pastor en el pueblo de Dios antes ha de ser humilde discípulo y hermano de sus compañeros de viaje…Y junto a aquel padre en la vida espiritual, D. Francisco Pérez Fernández-Golfín, que fue guía segura en su crecimiento sacerdotal desde el seminario hasta sus primeros pasos como Obispo de la Iglesia de Dios, D. Braulio fue fortaleciendo los lazos de esas amistades sacerdotales “eternas” que le han acompañado en las duras y en las maduras, de manera leal y fiel. ¡Qué buen amigo de sus amigos de siempre es Don Braulio!

Hombre de profundo y sencillo sentido de fe, enamorado y entregado a Jesucristo, D. Braulio ha ejercido su ministerio pastoral como obispo, desde Burgo de Osma hasta Toledo, con la ilusión y entrega de aquel joven párroco del madrileño pueblo de Cubas, que conoció sus primeros pasos sacerdotales, o de cura de parroquia de barrio en Madrid, que le permitió desplegar sus mejores cualidades de evangelizador entre los jóvenes y las familias. Durante estos años de ministerio episcopal en Toledo hemos podido todos comprobar cómo en cada visita pastoral, le encanta reunirse con los niños y los adolescentes, visitándoles en los colegios o institutos, y en las parroquias, y hablar con ellos y darles una aparentemente improvisada catequesis sobre Jesucristo, sobre el misterio de la Iglesia o el servicio del obispo en ella. O dedicar largos ratos a visitar a los enfermos, a quienes les trasmite sólo con su presencia cariño, serenidad y esperanza, cuando agarra con ternura la mano de aquella anciana que apenas puede ver, o comenta la foto de esos nietos que alegran el alma de los mayores… No se le olvida un rostro, ni un lugar, ni un encuentro….

Plenamente consciente de su misión como obispo, D, Braulio se sabe en todo y siempre sólo servidor de Jesucristo y de su Iglesia…. De ahí su profunda libertad de espíritu, nada dado a intrigas palaciegas o a buscar notoriedad pública, sino entregado a alentar la vida cristiana de los fieles cristianos, sean seglares, sacerdotes o consagrados…

Se ha mostrado como un auténtico Obispo del Concilio Vaticano II: nada le hace disfrutar más que estar con las familias cristianas, dar responsabilidad y protagonismo a los seglares en su propia vocación y misión, animar la fe de los jóvenes, estando con ellos en sus peregrinaciones y encuentros… Por eso, conoce sus nombres, se interesa por sus preocupaciones y sus estudios, sus dificultades y sus esperanzas, comparte sus alegrías….

Especialmente estrecha es su relación con los sacerdotes, a quienes considera sus amigos y necesarios colaboradores… Por eso no ahorra tiempo para estar con los sacerdotes, conversar con ellos, atender a sus necesidades…. A los sacerdotes ancianos y enfermos, que busca estén bien atendidos en la Casa Sacerdotal de Toledo o en la Residencia sacerdotal de Talavera, puesta por él en funcionamiento… Y a los sacerdotes más jóvenes, de los que se sabe especialmente responsable y con quienes le encanta estar, compartir mesa y sobremesa, conocer sus inquietudes y tratar de buscar solución a sus dificultades o problemas…

La peregrinación anual de enfermos a Lourdes, a la que D. Braulio no le gustaba faltar, ha sido un momento muy especial de encuentro con el mundo del dolor. Días de confidencias, de estar con los enfermos, de compartir con ellos sus sufrimientos y esperanzas, de hablarles al corazón.

La generosidad de D. Braulio me ha permitido compartir estos años de trabajo pastoral colaborando estrechamente con él. Y ha sido una bendición de Dios comprobar su dedicación, su sentido de la responsabilidad, su prudencia a la hora de tomar decisiones, su capacidad para escuchar, reflexionar y también hacer reflexionar a los demás… Le gusta trabajar en equipo y contar con lo que cada uno puede aportar, buscando siempre aunar los esfuerzos en aras del bien mayor, el bien de las almas…

Sin duda, D. Braulio, que es persona de franca sonrisa, que sufre con los que sufren y sabe compartir con todos la alegría de saber amados por Dios, ha dejado en todos una huella imborrable, despertando en cuantos le hemos podido tratar de cerca el deseo de ser mejores, de entregarnos más a la misión, a llevar a todos a Dios.

¡Gracias, D. Braulio!

Felipe García Díaz-Guerra

Vicario Episcopal de Talavera de la Reina

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