ENTREVISTA

Primeras palabras del obispo de Ávila en Cope tras recibir el alta hospitalaría hace casi un mes

Primera entrevista al obispo de Ávila, José María Gil Tamayo, desde que el pasado 22 abril recibira el alta tras casi un mes ingresado en el Hospital por Covid-19.

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Entrevista al obispo de Ávila, José María Gil Tamayo (Imagen de archivo)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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-¿Cómo se encuentra usted tras haber pasado el Covid-19?, cómo está siendo su recuperación? Y Cómo ha vivido su estancia en el Hospital, en soledad como tantos pacientes de coronavirus y pendiente a la vez de los familiares que dejaba en casa?

Me encuentro en recuperación. Yendo más adelante con las ganas y las fuerzas que voy recuperando y que siento, que realmente con las indicaciones de los médicos que me dicen que tenga paciencia porque esto va a costar. Pero yo me noto cada día mejor. Sobre todo, cuando miro para atrás y me veo en la situación en la que he estado. Ahora tomo distancia, y me hace ver con perspectiva la situación de debilidad en la que en algún tiempo he estado. Como por desgracia estamos viendo que hay gente que todavía lo está sufriendo, y pedimos por ellos.

Sentí una gran confianza, paz. Pero, al mismo tiempo, lo único que me preocupaba, por las circunstancias especiales que estábamos viviendo, de confinamiento e inmovilidad, era la situación familiar. Por la situación de mi madre anciana, con casi 90 años, con un hijo que había muerto hace poco más de un año. Mi preocupación era pensar en qué situación quedaba mi madre si a mí me pasaba algo. Pero insisto, con una paz inmensa, sabiendo que estaba en las manos de Dios, y en las manos de unos buenos profesionales, como después fui descubriendo con la entrega y la servicialidad.

Esto nos hacer recobrar el realismo de lo que es el ser humano. Yo me he visto muy dependiente, en manos de quienes me cuidaban con un cariño inmenso y una dedicación y competencia grande. Todo el personal sanitario, desde los médicos, las enfermeras, auxiliares, me cuidaban con primor y, al mismo tiempo, con una entrega y una exposición grande. Me veía que debía absolutamente a ellos. Esto da un realismo y una humildad sobrevenida sobre tu propia condición.

-¿Ha notado la diócesis de Ávila que con esta crisis sanitaria, nunca antes vivida, los abulenses se han abrazado en mayor medida a la fe?

Creo que en Ávila hay un profundo sentido religioso. Tierra de santos y cantos. Hay una impronta religiosa que yo estoy descubriendo cada vez más como obispo. En la manera de ser castellana hay un ADN por tradición, por familia, hay una cercanía. Yo lo he experimentado como obispo, en el tiempo que llevo, en mi trato con la gente, en las celebraciones. Y en la enfermedad. A mí me han cuidado como al Señor. Yo no era en ese momento José María Gil Tamayo para ellos. Y esto, en gente anónima. Esto, si no sabemos aprovecharlo los Pastores, estamos perdiendo una oportunidad. Ávila tiene filón, tiene espiritualidad en sus místicos, para dar respuesta. Hay una tradición religiosa que hay que poner en primer plano, más allá de las costumbres. Porque las costumbres, incluso religiosas, cuando se vacían de profundidad espiritual y de compromiso con los demás, se quedan simplemente en algo folclórico.

-¿Qué diría a aquellos que se preguntan que dónde está la Iglesia en esta crisis?, ¿Cómo les explicaría la importante labor que en estos momentos se está realizando con los colectivos más vulnerables en Ávila?

Siempre el cristianismo se ha movido en el dilema entre “que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre del cielo”, y “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Incluso el propio Jesús impone los silencios mesiánicos (que no cuenten que los ha curado). Creo que tenemos que huir de la espectacularización.

En mi opinión también como comunicador, creo que no se ha tenido en cuenta otra cosa. El hecho religioso en una sociedad secularizada es un hecho marginado en las paginaciones de los periódicos o en las agendas informativas. Porque piensan que es un hecho privado que no tiene una relevancia social. Y después, esa cultura, tocada de secularismo, hace que el hecho religioso, en la realidad que pretenden manifestar los medios, queda obviado; de manera tendenciosa, pero queda obviado en lo que es la información general. O, todo lo más, reducida a todo lo que es una información especializada. Creo que obedece a una tendencia ideológica que pesa en la comunicación.

La gente de Iglesia tenemos que trabajar en mostrar una buena comunicación. Pero sin obsesionarnos por querer estar en los rankings. Porque no estamos en igualdad de condiciones. Porque la receptividad a la procedencia religiosa o al etiquetado religioso de nuestras acciones queda mal. Como se despoja a determinadas organizaciones de Iglesia de su carácter católico, o se silencia. Y esto es lo que hay en el transfondo de esa falta de percepción de lo que son las acciones de la Iglesia en esta crisis.

Yo no me inquieto por esto. Ni quiero estar en igualdad, como están los políticos, que tienen además sus terminales mediáticas. Yo creo que hay que recuperar sencillez evangélica, hacer lo que se debe, porque después el pueblo sencillo sí se percata de lo que está haciendo la Iglesia. Prueba de ello lo vemos a la hora de la contribución al sostenimiento de la Iglesia. Yo no me inquietaría tanto por no aparecer en los listados diarios de los informes de prensa, cuanto sobre todo en el corazón de la gente sencilla, que sí se percata que la Iglesia está a su lado, su parroquia, una congregación religiosa, Cáritas o Manos Unidas. Estamos a su lado.

-¿Ha detectado la diócesis de Ávila, como ya pasó en la anterior crisis económica, un mayor número de familias abulenses que ahora tienen que recurrir a los servicios de la Iglesia para poder mantenerse a flote?

Está Cáritas, con sus programas. Y especialmente con la atención primaria, la atención a las personas que hasta ahora con el sueldo, aunque fuera limitado, podían llegar a fin de mes, podían pagar la luz. Todo esto va a ser más difícil en el futuro, de cara no sólo a una pobreza de recursos, sino también en el sentido de desahogo para poder afrontar dificultades. También la pobreza energética, en una provincia donde el invierno es duro. La pandemia no la hemos superado, y esto va a exigir que Cáritas y la comunidad cristiana esté detrás, apoyando esta realidad de Iglesia como hospital de campaña y de ayuda a los más necesitados. Cáritas es una de las tareas prioritarias para la diócesis de Ávila. Lo es siempre la caridad, pero ahora, en los tiempos que nos llegan, mucho más.

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