El Arco de Santa María de Burgos alberga la muestra 'El sueño especiero'

Podrá visitarse del 1 de marzo al 11 de junio

ctv-gfl-especiero

Redacción COPE Burgos

Burgos - Publicado el - Actualizado

8 min lectura

En la ciudad de Burgos no se oye el ruido del océano, y sin embargo un grupo de mercaderes y financieros escuchó su llamada desde la mitad del siglo XV. Trazaron trabajosamente las rutas de carreteros y acémilas para llevar la lana y otras mercancías hasta los puertos del Cantábrico. Crearon alianzas con armadores y constructores de navíos, y comanditas mercantiles norteñas y comenzaron a frecuentar los caminos de la mar por el norte.

La noticia del regreso de Colón, el misterioso genovés, con hombres y mujeres indígenas del otro lado del Atlántico llegó también a Burgos en la primavera de 1493. Después de la sorpresa inicial, la mente emprendedora de aquellos hombres comenzó a pensar como introducirse en aquel incipiente y nuevo mercado. Poco a poco se hizo evidente que Cristóbal Colón había llegado a América, un continente desvinculado hasta entonces del viejo mundo.

La Especiería seguía permaneciendo en la distancia como una promesa, un horizonte de negocio además de un reto para una sociedad y unos hombres que -en los comienzos de la modernidad- querían arrancar a la cosmografía todos sus secretos. Explorar, singlar, nombrar, y cartografiar son actividades propias del ideal de dominio renacentista. Comenzaba entonces lo que hemos llamado “el sueño especiero”, un conjunto de cinco empresas de exploración y soberanía impulsadas por grandes mercaderes burgaleses.

Los Haro, los Covarrubias, los Salamanca soñaban, sí, pero con los pies en la tierra. Trazaron su estrategia: dar crédito a la Corona a cambio de influencia y cargos ultramarinos. Con ayuda del obispo de Burgos, Juan de Fonseca, Cristóbal de Haro organizó y cofinanció el viaje de Magallanes-Cartagena, que por decisión de Juan Sebastián Elcano en las Molucas acabó convirtiéndose en la primera vuelta al Mundo. La nao Victoria, Elcano y los otros 17 circunnavegantes, además de los indígenas molucos aportaron en Sevilla, con una ingente cantidad de clavo, el 8 de septiembre de 1522. El 24 de diciembre Carlos I creaba la Casa de la Contratación de la Especiería en la Coruña. Burgaleses y gallegos se hicieron con el monopolio del comercio especiero. Cristóbal de Haro y Bernardino Meléndez fueron nombrados factor y tesorero de la Casa.

Dos grandes armadas -la de Magallanes y la de Loaysa- y tres de menor número de navíos -Dávila y Niño, García de Moguer, y Gómez- fueron las cinco oportunidades de consolidar el sueño especiero, un sueño no exento de dificultades y fracasos parciales, pero caracterizado también por la magnanimidad de sus diseñadores. Muchas vidas perdidas, grandes conocimientos geográficos adquiridos, algunas ganancias lucradas y, por fin, una decisión política de Carlos V, explican el desenlace del sueño esfumado en 1529.

Hay objetos que cuentan historias. Aquí, en el Arco de Santa María, hemos reunido algunas piezas, hemos inventado otras maneras de relatar, hemos querido invitaros -cuando vengáis a ver la exposición- a navegar desde estas piedras hasta aquellos mares remotos, a aquellas tierras incógnitas, singlando por una historia global y común. Encontraréis en este derrotero algunas pistas que -como los antiguos nautas- aprenderéis a interpretar…pero hemos querido dejar espacio para el sueño y la imaginación, para la creatividad y el aprendizaje. No hemos querido descubrir del todo la hermosura de los mares y el riesgo de esta navegación. Porque, como todo el mundo sabe, la Historia siempre supera la ficción.

CRISTOBAL DE HARO, EL SUEÑO ESPECIERO Y LOS DESCUBRIMIENTOS ATLÁNTICOS

Antes de la primera vuelta al mundo Burgos ya llegaba muy lejos. Las grandes familias mercantiles se habían instalado en Amberes, Brujas, Londres, y Lisboa. Enviaban y recibían mercancías en aguas del Cantábrico, del Mar del Norte e incluso del Báltico.Los descubrimientos atlánticos les abrieron nuevas posibilidades. Por supuesto, había factores de Burgos en Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, para garantizar la conexión de las rutas mediterráneas y atlánticas. El primer intento castellano de llegar a la Especiería fue el de Colón y los Pinzones, en 1492. América se interpuso entre las tres carabelas y su objetivo; comenzaron las exploraciones de ese nuevo mundo. Algunos hombres, sin embargo, no dejaron de pensar en llegar a las Molucas para acceder al tráfico especiero directo. Los Haro, los Salamanca y los Covarrubias protagonizaron el sueño especiero burgalés entre 1510 y 1530.

Cristóbal de Haro fue un emprendedor global, audaz gestor, miembro de una familia que tenía sucursales mercantiles en Lisboa, Amberes, Londres, muchos contactos y un primo llamado Andrés, que era tesorero en Puerto Rico. Casado con Catalina de Ayala, hermana de Gregorio de Ayala, residente en Amberes, banquero de Carlos V y receptor de las rentas de Zelanda. Tuvieron nueve hijos llamados Juan, Diego, Cristóbal, Francisco, Gregorio, Jerónimo, Elena, Luisa y otro póstumo cuyo nombre se desconoce. Ambos esposos otorgaron testamento mancomunado en 5 de enero de 1541 ante Gregorio de Mena. Don Cristóbal falleció en noviembre, y doña Catalina, en octubre de 1546. Como mujer viuda, pudo seguir gestionando algunos negocios, e incluso prestó personalmente varios miles de maravedíes a Carlos V.

Establecido en Lisboa desde 1505, Haro comerciaba con hombres y barcos del norte de España, cuyos productos llegaban a Castilla, Flandes e Inglaterra, donde sus hermanos se preocupaban de la distribución comercial. Practicaba junto a los portugueses la ruta guineana de las especias y el comercio azucarero con Madeira. Desde Lisboa armó la expedición de Diego Ribeiro -Haro nunca viajaba- que descubrió el Río de la Plata hacia 1511-12. Desde 1511, Cristóbal de Haro y Diego de Covarrubias traficaban con especias compradas en la plaza lisboeta, como pimienta en grandes cantidades. La documentación portuguesa muestra a los burgaleses interesados en comprar especias allí donde llegaban, en espera de las oportunidades de tráfico directo. Cuando esta ocasión llegó, no solo la aprovecharon, sino que lograron una región exclusiva a través de la Casa de la Contratación de la Especería (1522).

En 1513 Haro figuraba entre los que “en esta ciudad ganan mucho dinero”, según un documento de la Cámara de Lisboa. El hundimiento por el portugués Iusarte de algunos navíos con pérdidas de 16.000 ducados sin que la Corona de Portugal le indemnizara le llevó a proyectar junto a un desencantado Magallanes, con el apoyo financiero de los Welser y el político de Juan de Fonseca, un viaje a la Especiería por Occidente, para Castilla, que acabó siendo la primera vuelta al mundo.

Magallanes aportaba su experiencia y Haro y el grupo financiero de Burgos, los medios económicos —fueron al final para el primer viaje 1.592.769 maravedís— y el apoyo de Fonseca, que introdujo a Hernando Magallanes, Cristóbal de Haro y Juan de Cartagena —otro burgalés, que fue en el viaje representando a la Corona— en la Corte de Zaragoza La expedición se preparó en Sevilla, supervisada por el burgalés Juan de Aranda, oficial de la Casa de la Contratación. De las cinco naves que zarparon en septiembre de 1519 sólo la nao Victoria regresó tras circunnavegar la tierra, el 8 de septiembre de 1522, cargada de especias y con Juan Sebastián Elcano al mando.

Cuando para coordinar la empresa de la Especiería, el obispo Fonseca propuso crear otra Casa de la Contratación, Haro sugirió —y logró— que se situara en La Coruña, algo que Carlos I había prometido a la nobleza gallega. Aunque no se instituyó hasta el 22 de diciembre de 1522, el nombramiento de su tesorero, Bernardino Meléndez, se produjo en 1520. Cristóbal de Haro, factor de la Casa, llegó a prestar para las expediciones a la Especiería 9.375.000 maravedís y siguió aviando armadas, por ejemplo, la que llevó a Roma a Adriano VI en 1522, además de intentando recuperar sus inversiones. Nunca lo consiguió del todo.

Haro estaba en Valladolid, como la Corte, cuando apoderó a Diego Díaz, su criado, para recoger su parte de la cargazón de clavo y pimienta el 17 de octubre de 1522, el 21, Almazán trajo a Burgos un correo de Haro sobre “lo del maluco”: la llegada de Elcano, las albricias del éxito especiero o la confirmación real para la Casa de la Contratación de la Especería en La Coruña.

En el puerto coruñés preparó el viaje de Esteban Gómez, que no encontró ningún paso norteño hacia el Maluco, pero reconoció la costa norteamericana. Después, la armada de Jofre de Loaysa, que zarpó el 25 de julio de 1525, en la que fue Diego de Covarrubias como factor de la Casa de la Especería que tenía que erigir en las Molucas. Los banqueros alemanes Fugger, Cristóbal de Haro y la misma Corona participaron en la financiación del viaje. La expedición fue muy dificultosa: una nave se perdió en el cabo de Hornos, otra fue a parar a la costa pacífica de México, Loaysa y Elcano murieron en el Pacífico, y a las Molucas solo llegó una nave. Desde Gilolo, Fernando de Torre escribió a Cristóbal de Haro, dándole noticias y mencionando al factor burgalés Diego de Salinas.

Luego se montó la expedición de Diego García, en competición con la armada de Sebastián Caboto para ir a las Molucas, que se armó en Sevilla. García capituló con los oficiales de la Casa de la Contratación de la Especería, Hernando de Andrade y Cristóbal de Haro. Pero García tampoco llegó a las islas. Salió de Finisterre con tres naves. Al llegar a las costas del Brasil tuvo noticias de las Sierras de Plata y, abandonando su empresa, se internó por el Paraná.

Cuando en 1529 Carlos I firmó los tratados de Zaragoza y vendió las islas de las Especias a Portugal, Haro y el grupo de Burgos perdieron las posibilidades del comercio especiero. La Casa de la Coruña desapareció. Haro fue nombrado regidor de Burgos y coordinó una red internacional de espías, que dirigía desde Burgos. Junto a su sobrino Francisco de Burgos comerciaban con licencias de esclavos en Tierra Firme; coordinaban la administración de la Cruzada como fuente de financiación para empresas regias. Haro y los mercaderes de su entorno volvieron a los negocios habituales, aunque no dejaron de ser nexo entre los grandes financieros–Fugger, Welser, Grimaldo, Vivaldo, etc– y la Corona.

Cristóbal de Haro y su mujer están enterrados en la Capilla familiar, recién restaurada, en la iglesia de san Lesmes de Burgos.