Pasión y sangre en la tarde del Domingo de Ramos

El Santísimo Cristo de Burgos ha desfilado por segundo año consecutivo en vertical por las calles del centro histórico en una de las procesiones penitenciales más concurridas

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En 1366, el convento de la orden de los Trinitarios de Burgos se vino abajo. Una de las piedras de la bóveda golpeó en la cabeza del Cristo que albergaba su templo, de la que manó sangre. Aquellas gotas se recogieron en un sudario y desde entonces miles de burgaleses se han confiado a la protección de esta prodigiosa imagen, custodiada en la iglesia de San Gil desde 1836. Son numerosos los milagros atribuidos a esta talla, que también sufrió otro altercado hace unos años del que, de modo sorprendente, parece haberse repuesto, después de que el año pasado pudiera desfilar en vertical en la tarde del Domingo de Ramos. El llamado «Santo Cristo de Burgos» –como el que se custodia en la catedral, aunque a este se le conoce como el «Cristo de las Santas Gotas», debido a las numerosas laceraciones que recorren la imagen– a vuelto a salir a la calle ante la admiración y curiosidad de los burgaleses.

La jubilosa procesión de la Borroquilla celebrada esta mañana ha tornado la liturgia en pasión, hasta el punto de acoger esta tarde una de las procesiones penitenciales más concurridas y silenciosas de la ciudad. La imagen, vinculada a san Juan de Mata, ha bajado con solemnidad por la escalinata de San Gil portada a hombros de varios cofrades de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores hasta izarse en el trono de Saturnino Calvo. Después de varios vivas y aplausos, 38 costaleros han procesionado la imagen por las estrechas calles de San Gil, Arco del Pilar, San Lorenzo, San Carlos, Almirante Bonifaz y Avellanos, ante la atenta mirada de cientos de burgaleses. Representantes de otras cofradías, hermandades y bandas de la ciudad también han acompañado el acto.

La imagen procesional es una réplica de la original, conservada en una de las capillas de la iglesia de San Gil Abad. Destaca por la cantidad de heridas que presenta. Todo el cuerpo está salpicado de laceraciones de las que manan abundantes gotas de sangre (en forma de tres gotas, como acostumbra la Orden Trinitaria), especialmente de los clavos y el costado. Cuenta con corona de espinas y paño de pureza. La cruz es un madero tosco y pesado sin adornos.