Día de Hispanoamérica

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo 6 de marzo de 2022

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Queridos hermanos y hermanas:

Con el corazón preocupado y dolorido por la situación en Ucrania, sobre la que no debemos cejar en orar y colaborar, hoy celebramos el Día de la Cooperación de la Iglesia en España con las Iglesias hermanas de Hispanoamérica: una jornada en la que recordamos, de una manera muy especial, a los sacerdotes españoles que han dejado su tierra, su familia, su diócesis de origen y su hogar para partir a horizontes lejanos y colaborar con la Iglesia católica en aquellas queridas tierras.

Ellos, sosteniendo con sus manos y alimentando con su mirada las palabras del profeta Isaías, siguen gritando qué hermosos son, sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz y que trae la Buena Nueva (Is. 52,5).

El lema de este año invita a ahondar en el corazón de Una vida compartida. El presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, cardenal Marc Ouellet, recuerda que este sentir comunitario y fraterno se concreta en predicar el Evangelio a todos y, simultáneamente, «escuchando el clamor de la tierra y de los pobres» (Laudato si´, n. 1). Además, asevera que evangelizar es «encarnarse en las culturas, utilizar sus lenguajes, signos y mediaciones», para que Jesucristo –«el mismo ayer, hoy, y siempre» (Heb 13, 8)– abrace de nuevo todo camino humano. «Esto implica incluir a las periferias», destaca el prelado, consciente de que estos sacerdotes, que forman parte de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), conforman una riqueza enorme para la Iglesia al salir, como los primeros apóstoles, para hacer discípulos de todas las naciones (Mt.28,18-20).

Esta jornada constituye, de principio a fin, una acción de gracias por aquellos que se encuentran en el continente americano dándose sin media, a tiempo y a destiempo, sin límites, condicionamientos, ni fronteras. Y han plantado su tienda en algún rincón del continente americano por amor, tan solo por amor, siguiendo la estela de Jesús de Nazaret. Muchos de nuestros hermanos sacerdotes, de la vida consagrada y laicos, se encuentran plenamente insertados en aquellas Iglesias hermanas realizando una hermosa labor de evangelización y entrega.

El secretariado de la Comisión Episcopal para las Misiones y Cooperación con las Iglesias, pone el acento en cada uno de los pasos que se dieron en el pasado, «y que han servido para que hoy la Iglesia continúe teniendo la tarea evangelizadora como tarea primordial». En este sentido, destaca que, sobre ellos, sobre sus obras y trabajos «se apoya hoy la animación misionera que se realiza en el mundo». Lo que la Iglesia es capaz de vivir y crecer hoy lo hace, sin duda, a costa, también, «de lo que han significado estas personas en la historia de la misión», subraya, a hombros de estos «gigantes de la fe» que configuran el corazón de la Iglesia.

La celebración del Día de Hispanoamérica es una ocasión propicia para que todos nos planteemos la dimensión universal de nuestra vocación. Un componente que aúna, en un mismo sentir, nuestra vocación de salir por el mundo a anunciar la Buena Noticia (Mc 16, 15-20).

Desde nuestra archidiócesis contamos con más de quinientos burgaleses que desarrollan su labor misionera en tantos rincones del mundo: dándose y donándose, a la manera de Jesús de Nazaret, haciendo del Evangelio su hoja de ruta. Y personalmente siento una profunda alegría y una inmensa gratitud por la vida de cada uno de ellos.

«Somos hermanos en la carne», como nos recuerda el Papa Francisco en Fratelli tutti (n. 8), y la luz de ese signo inviolable jamás se podrá apagar. Un credo acompasado por un amor que no pasa nunca (Cor, 13), que se convierte en mandamiento nuevo cuando se escucha, de fondo y a pleno pulmón, «necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana» (LS).

Con María, que llevó en su propio vientre la Buena Noticia de la Salvación, celebramos esta jornada. En su corazón de Madre, que custodió la misión más importante de la historia de la humanidad, ponemos a cada uno de estos misioneros que nos demuestran, cada día y en palabras de santa Teresa de Jesús, que «quien a Dios tiene, nada le falta». Porque cuando se dona por entero la vida, solo Dios basta.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

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