La Pascua el enfermo, fuente de esperanza
Mensaje del arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo 9 de mayo de 2021
Madrid - Publicado el
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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, con el alma rozando –a media voz– lo que Dios va escribiendo en nuestras vidas, celebramos la Pascua del enfermo. Un momento realmente especial, en medio de esta pandemia que estamos padeciendo, para sostener la angustia de tantos Cristos rotos que, desde una cama de hospital, una residencia, una casa sin vestir, una soledad desnuda, anhelan una sola mirada nuestra para percibir que son queridos y que estamos dispuestos a alimentar la llama de su esperanza.
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11, 28), entona la Palabra, en la voz delicada del Señor, para recordarnos que –del misterio de su Muerte y su Resurrección– brota un amor capaz dar sentido a todo: al hálito fatigoso del enfermo y al servicio generoso del cuidador. La enfermedad comienza a encontrar un rayo de sentido cuando se vive desde la oración del Padrenuestro, desde ese corazón traspasado que se dejó crucificar para enseñarnos que solo amando hasta el extremo, es posible ponerle nombre al dolor.
El Papa Francisco, en sucesivas ocasiones, ha señalado que «una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a los miembros que más sufren». Y hoy hemos de hacerlo, no por obligación, sino por amor. Porque también los enfermos son esenciales para nuestra vida y nos aportan mucho más de lo que nosotros podemos dar. Con ellos queremos caminar, procurando que nadie se sienta excluido ni abandonado, hasta transformar nuestro miedo en la confianza de caer en los brazos del Padre.
Ciertamente, hay muchos hermanos nuestros que –ante el cuidado y la enfermedad– experimentan el cansancio y la soledad. Sin embargo, no hemos de tener miedo a la debilidad, pues en ella encontramos la llave que abre el corazón de Dios. Y la debilidad del Padre, sin duda alguna, son sus hijos más heridos, más sufrientes, más enfermos. Decía san Pablo VI que «la alegría de ser cristiano, vinculado a la Iglesia en Cristo, es verdaderamente capaz de colmar el corazón humano». Y así es, aunque a veces servir duela; aunque, en algunos momentos, tengamos que pasar por la escuela del amor, que es la cruz. Y si creemos que no podemos, que nuestra pobreza oprime nuestra capacidad, el Señor Resucitado rompe las ataduras del mundo para cosernos con amor a su mano y para rescatarnos del barro frágil que nos hunde.
No olvidemos, como escribió san Agustín, que «Dios tuvo en la tierra un hijo sin pecado, pero nunca uno sin sufrimiento». Hoy, en la Pascua del Enfermo, los sacerdotes rememoramos, también, una tarea inmensamente bella con la Unción de los enfermos; siendo el consuelo espiritual al final de la vida, en el horizonte de la misericordia de Dios.
Recuerdo, a lo largo de mi vida sacerdotal, las veces que he acudido a administrar el sacramento de la Unción. Y he podido experimentar cómo es el Señor Jesús quien toma mis pobres manos y, en mi persona, acaricia y calma a quien está gravemente enfermo. Lo hace de la misma manera que lo hacía con cada uno de los enfermos que se encontraba en el camino, para recordarnos que nada (ni el pecado, ni la muerte, ni el abismo), podrá separarnos jamás de su amor.
Uno solo es nuestro maestro y todos nosotros somos hermanos (Mt 23, 8). Por tanto, cuidémonos mutuamente, porque es la expresión de nuestra vocación a amar como Jesús nos ha amado. En este tiempo de pandemia hemos echado de menos poder estar juntos, cogernos de la mano, abrazarnos, expresar con gestos corporales concretos el cariño y el afecto. Pero el deseo de sostenernos mutuamente ha espoleado la creatividad y la imaginación para, a pesar de la separación física, hacernos presentes de mil maneras para sostener la luz de la fuerza y la esperanza. La Virgen María, Madre de misericordia y salud de los enfermos, nos ha entregado al médico que cura, para siempre, todas las enfermedades.
Con gran afecto, recibid mi bendición y os deseo una entrañable jornada.
+ Mario Iceta Gavicagogeascoa