Una Iglesia que acompaña y cuida

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, para el domingo 10 de mayo de 2020

Fidel Herráez

Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Celebramos hoy el quinto domingo de Pascua. En medio de la extraña situación que nos envuelve mundialmente, la liturgia nos sigue ofreciendo el mensaje del Señor Resucitado con palabras de vida, de paz y de esperanza: «No se turbe vuestro corazón, dice Jesús en el Evangelio que leeremos hoy, creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). La crisis de la pandemia provocada por el coronavirus, en cierta manera nos ha hecho reinventarnos para afrontar de otro modo la vida de cada día. Esto se ha producido en el ámbito personal, porque el confinamiento ha cambiado nuestros hábitos y costumbres, pero también en el ámbito social e institucional. Son muchas las realidades que se han tenido que configurar de manera nueva para seguir ofreciendo a la sociedad lo mejor de sí mismas. La imaginación, las nuevas tecnologías y, sobre todo, el cariño y la profesionalidad han tenido mucho que ver en este nuevo panorama que vamos vislumbrando y al que nos tendremos que ir acostumbrando.

De la misma manera, la Iglesia ha tenido que afrontar esta etapa que vivimos. Y lo ha hecho con la ayuda del Espíritu y con la certeza de que Cristo nos acompaña con su presencia resucitada, especialmente en medio de las tormentas de la historia. Así nos lo ha asegurado Él mismo: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Y eso es lo que celebramos en este tiempo de Pascua. En ese sentido, la Iglesia ha estado muy presente y viva durante estos días aportando su propia esencia y significado. Aunque algunos de los templos han permanecido cerrados, especialmente para el culto público, la Iglesia no ha estado cerrada ni parada en ningún momento. Su apoyo ha llegado a los ciudadanos de muy diversas formas poniéndose al servicio principalmente de los más necesitados. Desde mi punto de vista, quienes la acusan de haber estado al margen en este tiempo, lo hacen desde el desconocimiento o, peor todavía, desde la animadversión.

La Iglesia es la comunidad de los creyentes que creen en Jesucristo. La Buena Noticia de Jesús es el alma que alimenta e impulsa el caminar y la acción de los creyentes. La alegría del encuentro con el Resucitado transforma el corazón de cada cristiano y le impulsa a vivir desde la esperanza y la caridad en la construcción del Reino, el sueño de Dios para el mundo. Su experiencia se alimenta en la oración y los sacramentos, se fortalece en la comunidad y se expresa en las obras de misericordia. Desde esta identidad, ¿qué es lo que ha hecho la Iglesia durante esta pandemia? Precisamente esto: ofrecer el tesoro que lleva dentro y hacerlo desde el cuidado integral de las personas. Siendo, como os decía hace unas semanas, «hospital de campaña». Como lo hacía Jesús. La Iglesia se ha movilizado con todos sus recursos posibles para ofrecer atención humana, espiritual y material allí donde ha podido llegar, en silencio, con humildad y sencillez. Así lo he percibido a lo largo de estos días, al ser testigo de la multiplicidad de acciones que se han desarrollado en nuestras parroquias y comunidades para seguir anunciando la fe, ayudando a acrecentarla, a celebrarla y a vivirla en la dificultad.

Si algo tiene en común ese abanico multicolor de actividades realizadas es que, todas ellas, tratan de cuidar a las personas y construir comunidad. Y lo hacen teniendo en cuenta las diferentes dimensiones del ser humano. Es la propuesta de Jesús que hace nuevas todas las cosas. Sería injusto, por tanto, valorar únicamente aquellas acciones que tienen que ver con la promoción humana (las acciones de Cáritas, por ejemplo, que pueden ver los demás) y no estimar esas otras que hacen referencia a dimensiones esenciales del ser humano (sed de sentido, trascendencia, relación, amor, consuelo, compasión…). Nuestra Iglesia, experta en humanidad, ha querido acompañar y cuidar de las personas, de toda la persona. A todas, pero especialmente a las más vulnerables y necesitadas, tanto personal como institucionalmente, para cuidarlas en su dimensión humana, espiritual, material y social. De esta manera, la Luz de Jesús ha seguido brillando a través nuestro en medio de las tinieblas del dolor y del sufrimiento.

Pensando en nuestra diócesis sería difícil, desde luego, realizar un pormenorizado detalle de todas y cada una de las iniciativas que se han realizado para ser, de un modo peculiar, «Iglesia en salida»: programas de Cáritas, voluntariado, presencia en hospitales y cementerios, retransmisión de celebraciones por streaming, catequesis virtuales, gestos de solidaridad, centro de escucha, celebraciones familiares… Os invito a conocerlas; la Delegación de Medios ha realizado un excelente trabajo para difundirlas, divulgarlas y animarnos a secundarlas. Quiero agradecer de corazón tanta iniciativa pastoral como se ha evidenciado durante este tiempo; ciertamente son expresión de una Iglesia muy viva que sabe contagiar la vida del Señor Resucitado. Con la ayuda de Santa María, Madre de la Iglesia, sigamos atentos a los planes de Dios en el momento presente, para continuar promoviendo la esperanza, la atención fraterna y la cohesión social.

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