Una mirada al mundo rural desde el corazón

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo 16 de mayo de 2021

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Queridos hermanos y hermanas:

Acabamos de bendecir nuestros campos en la festividad de San Isidro Labrador. La tierra extensa que cultivamos y los pequeños núcleos rurales que lo jalonan nos recuerdan a Nazaret, el lugar donde Jesús creció y aprendió el arte de vivir su humanidad junto a María y a José; era un pequeño pueblo asentado en la ladera de una colina, habitado por pocas familias. Hoy, desde lo humilde, lo sencillo y lo pequeño, ponemos la mirada desde el corazón al mundo rural. La pastoral que en él se desarrolla está arraigada en el cuidado de comunidades pequeñas, en el servicio silencioso y constante de sacerdotes que se multiplican en sus tareas y laicos que colaboran generosamente para que la llama de la fe continúe iluminando los campos y sus gentes.

La pastoral en el mundo rural es una escuela inestimable de generosidad. Un Evangelio escrito desde la escucha, desde la confianza y desde pequeños detalles de amor y de servicio que, como decía san Juan de la Cruz, «solo con amor se pagan». La Iglesia, como madre, esposa y maestra, se hace camino, verdad y vida en esta realidad humilde a la que Dios nos envía como pastores, discípulos y misioneros para nutrir de su vida nueva la capilaridad del Pueblo de Dios con la savia del Evangelio que inunda los pliegues y llanuras de nuestra tierra.

Porque en esta heredad sagrada, donde el Señor se hace uno entre nosotros, somos enviados a sembrar la semilla fecunda del Evangelio: en el cuidado de lo pequeño, en lo diario, en la profundidad de los gestos, en lo sencillo, en la hondura de cada detalle, en la mirada afable, en lo común, en el trasfondo de los signos, en el Pan nuestro de cada día. Como decía Don Bosco: «Si quieres volar alto, empieza desde abajo; la humildad es el fundamento de todo».

La pastoral rural necesita de la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios, donde también los laicos tienen su tarea y son invitados a trabajar en el campo del Señor. Vosotros colmáis de belleza el Pueblo santo de Dios. Quienes cuidáis de las zonas rurales de nuestra Iglesia sois palabra delicada, compañía segura y apoyo en los momentos de tormenta. En las celebraciones, en las comunidades, en los hogares, en la acción social, en las calles, en las catequesis, en realidades inesperadas, en los campos, en las fronteras, en la familia… En todos esos rincones sencillos pero maravillosos donde servís, acariciáis y cuidáis el rostro humilde de Cristo. Ahí, mientras sostenéis el sufrimiento y la alegría del hermano, moldeáis la acción creadora de Dios que viste de belleza y fecundidad los campos y provoca la fiesta y el agradecimiento por los frutos de la tierra que tan generosamente nutren nuestros hogares y grandes ciudades más allá de nuestros límites y fronteras.

Por eso, quienes cuidáis de estas comunidades sois discípulos y testigos de Cristo servidor, que os donáis con generosidad convocando la Iglesia doméstica que cuida con corazón de madre. Sin buscar reconocimiento ni gloria, os hacéis ofrenda en una entrega gratuita que, a veces, solo encuentra recompensa bajo la luz del sagrario o en el milagro del altar donde el pan amasado con el trigo que cultiváis y el vino que se forma de las vides que cuidáis, se convierten en todos los lugares del mundo en el Cuerpo y Sangre del Señor, pan vivo para caminar y bebida que nos introduce en la eternidad.

Queridos hermanos y hermanas: hoy desde la catedral, iglesia madre, hasta el más alejado de los pequeños pueblos que conforman, embellecen y dan sentido al caminar del Pueblo de Dios, podemos elevar juntos el agradecimiento a Dios porque ha esparcido generosamente la semilla de la fe en tantos lugares recónditos y maravillosos que conforman nuestra Iglesia diocesana. Y hoy de modo particular, me gustaría mostrar mi apoyo y agradecimiento por vuestra tarea generosa y entregada en cuidar y trabajar la tierra que nos sostiene y formar parte de esas comunidades que hacen presente el Reino de Dios. Que María, venerada de modo particular en este mes de mayo dedicado a su memoria, siga sosteniendo vuestra ilusión y entrega para ser allí donde os encontréis sembradores de vida y esperanza.

Con gran afecto, recibid la bendición de Dios y mi felicitación en este domingo de la Ascensión del Señor.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

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