SOCIO-RELIGIOSO
Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández-Cuaresma: "Semana Santa 2021"
Escucha aquí la carta de esta semana del obispo de Astorga
Ponferrada - Publicado el - Actualizado
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SEMANA SANTA 2021
Hace unas semanas, con motivo del comienzo de la Cuaresma, hacía resonar para vosotros la palabra de Dios transmitida por el profeta Joel: "Convertíos a mí de todo corazón". Y lo hacía asumiendo la triste realidad de nuestra vida y de la vida frágil de nuestra Iglesia cargada de mediocridad en el amor, y de pobreza en el testimonio y en el ardor misionero. Os recordaba también que el Señor nos ofrecía un tiempo de gracia para corregir nuestra marcha orientándola al encuentro con Él y con los hermanos, tendiendo redes de fraternidad y de cuidado de la vida de los pobres y frágiles de este mundo.
Comenzamos una nueva Semana Santa sin presencia cofrade en las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, y bien que lo sentimos, pero gracias a la acción del Espíritu Santo y a la mediación de la Iglesia, podremos vivir el acontecimiento de la muerte y resurrección del Señor en nuestros templos, muriendo y resucitando con Él.
Como ha denunciado el Papa Francisco, en los últimos años, parecía imparable el avance de un individualismo desprovisto de tensión por el bien común. Este avance se hacía notar particularmente en la presencia de actitudes recelosas frente a los grandes proyectos de fraternidad y solidaridad. Estábamos en éstas cuando irrumpió un pequeño virus llamado Covid-19 que paró literalmente el mundo y que, según todos los indicios, marcará un antes y un después en nuestra historia.
Con la presencia de un vecino tan peligroso como silencioso, se produjo una auténtica explosión de gestos de amistad social y de fraternidad que vienen mostrando la fuerza y vitalidad de un proyecto, el proyecto de Dios, el proyecto de una humanidad llamada a vivir el amor que "integra y reúne". Ciertamente, como afirma el Papa Francisco, “la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer solo a nosotros mismos y vivir como islas”.
Para los cristianos, es Cristo muerto y resucitado el que sostiene estos vínculos fraternos. Los que, cumpliendo el compromiso cuaresmal, han tendido redes de fraternidad y cuidado de los frágiles, son los centinelas de la resurrección del Señor. Pero, ¡ojo!, el camino de la cruz también estuvo plagado de signos premonitorios de muerte: las intrigas del poder político y religioso, la soberbia del fariseo, el carrerismo de los discípulos; y, al final: la traición de Judas, la deserción del grupo… Trágicos atentados contra el vínculo de la fraternidad que los cristianos del siglo XXI estamos tentados de reproducir.
Conscientes de que sólo la caridad transforma el mundo, apostemos por lo comunitario, dinamicemos procesos de participación y de inclusión. Regenerar unas comunidades alicaídas precisamente por la situación pandémica es una tarea urgente. Conscientes también de que sólo la experiencia del Resucitado hace fuertes los lazos de la fraternidad, vivamos estos días santos plenamente identificados con Él: acompañándolo en el silencio de la oración y en los que experimentan la soledad, ayudándole a soportar la cruz de los que sufren, uniendo nuestra entrega amorosa a la suya en la Cruz de cada día y en la Mesa eucarística. Que así sea.
Recibid mi bendición.