OPINIÓN-SOCIEDAD
Gerontofia
Escucha aquí a la colaboradora de COPE Bierzo, Silvia Rodríguez Álvarez
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
GERONTOFOBIA
Desde la prehistoria, a los ancianos se les ha otorgado un papel preponderante, como nos muestran los enterramientos de esa época, en los que se comprueba la especial veneración hacia los mayores, como guardianes chamánicos de la tribu, a los que se debía respeto, por ser considerados figuras semidivinas. Además de ocupar los puestos más relevantes en aquella primitiva jerarquía social.
La vejez para los egipcios era considerada como la antesala de la sabiduría, por lo que los ancianos gozaban de un gran prestigio social. Eran depositarios de la memoria colectiva y transmisores de experiencia.
Contamos con numerosos testimonios sobre el cuidado y respeto a los mayores en la antigua Grecia y en Roma. De hecho, en Esparta, el senado estaba constituido por 28 miembros mayores de 60 años a los que se les profesaba una gran admiración y respeto, la Γερουσία instituida por el legendario Licurgo. O la Βουλή ateniense, un consejo formado por ancianos con gran poder de decisión.
También la sociedad romana durante la República dejó el poder político en manos de hombres de avanzada edad.
A través del Nuevo Testamento, los hebreos nos legaron una visión en la que los ancianos asumieron un papel fundamental, constituyendo un consejo con un peso enorme en la toma de decisiones relacionadas con cuestiones de índole religiosa y jurídica.
Reconozco que soy una enamorada de estas antiguas civilizaciones en las que los ancianos encarnaban la experiencia, la sabiduría, la sensatez, siendo imprescindible su juicio en los asuntos de extraordinaria importancia que afectaran al destino de su país.
Sin embargo, este pasado jueves nos desayunábamos con las infames declaraciones realizadas por Elisabeth Merino a una emisora local.
Esta concejal de la formación Somos-Lanzarote -Nueva Canarias, opinaba así sobre el coronavirus, y reproduzco literalmente sus palabras: ”El coronavirus puede ser un aviso de la naturaleza, de que estamos llenando la tierra de muchas personas mayores y no de jóvenes “.
Me embarga la tristeza al escuchar semejantes sandeces, que únicamente sirven para retratar al que las profiere.
A un tiempo, me indignan estos comentarios crueles, faltos de respeto y carentes de humanidad, inyectados de odio hacia nuestros mayores. Son despreciables y resultan absolutamente repugnantes para cualquier persona de bien.
A juzgar por los síntomas que presenta, esta concejal, padece una enfermedad denominada “Gerontofobia", no resulta letal, pero es incluso más peligrosa que el coronavirus y más contagiosa.
En nuestra sociedad, marcada por la efebocracia, tal vez deberíamos echar la vista atrás y conceder a nuestros mayores la importancia que se merecen, puesto que han contribuido con su esfuerzo al desarrollo histórico y político de Occidente.