El pueblo segoviano que recuerda el pedrisco que asoló el lugar en 1878

El coronavirus ha evitado que Abades celebre su romería anual del 'Cuatrojunio'

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Sentimiento de pena, de nostalgia... Entre esas sensaciones se ha debatido este jueves el municipio segoviano de Abades. Una localidad que cada 4 de junio vive una romería muy especial. Aunque las fiestas de final de verano son más multitudinarias y congregan personas llegadas de otros lugares, esta cita está en el corazón de todos los abaderos, que la mantienen señalada en el calendario.

Lo ha confirmado en COPE la alcaldesa, Magdalena Rodríguez, que ha lamentado que el coronavirus haya motivado que la celebración del 'Cuatrojunio' haya tenido que cancelarse este año. La regidora ha recalcado que se trata de un evento muy especial y que, en esta ocasión, se ha tenido que ceñir a expresiones virtuales. Repiques de campanas y una oración a través de las redes sociales han completado la posibilidad de acercarse a la ermita y colocar flores en honor de la patrona, aunque el pequeño templo ha permanecido cerrado.

Esta romería tan especial recuerda el pedrisco que asoló el pueblo el 4 de junio de 1878. Cuatro años después, en 1882, las autoridades de Abades decidieron que ese día se celebraría una romería que recordase el desastre. Aquel martes de hace 142 años, sobre las cuatro y media de la tarde, un rumor paralizó la localidad. Del cielo comenzaron a caer granizos del tamaño de huevos de gallina, según los testigos. Un pedrisco que arrasó campos -de donde llegaron vecinos ensangrentados- y también construcciones, dejando el pueblo en la miseria.

Por eso, la localidad segoviana requirió el amparo del Gobierno del rey Alfonso XII, presidido por Cánovas del Castillo, que declaró la zona catastrófica. A partir de entonces, los abaderos se encomendaron a la Virgen de los Remedios para que, desde entonces, les librase de semejantes males.

Cada año, la imagen de la patrona sale de la iglesia parroquial y abandona el casco urbano para recorrer los alrededor de dos kilómetros que lo separan de la ermita. Allí se celebra una eucaristía y los vecinos pasan el día. Suelen instalarse puestos y algunas atracciones y los fieles llevan también sus viandas, para compartir comida y merienda en comunidad en torno a su 'Cuatrojunio'.