La dimensión social de la EUTANASIA

Marta Benito se cuestiona si realmente deseamos una sociedad distinta a la de nuestros abuelos, carente de estímulos por el esfuerzo y el sacrificio.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En el programa de esta semana, el Espejo se centra en un tema monográfico, reflejando un tema de actualidad y de mucha relevancia social: la proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia que se está tramitando en las Cortes. Marta se pregunta en su editorial si realmente deseamos una sociedad distinta a la de nuestros abuelos, carente de estímulos por el esfuerzo y el sacrificio, incapaz de asumir las limitaciones físicas inherentes a nuestra condición humana, un modelo que corre el riesgo de ir calando en las nuevas generaciones con este tipo de iniciativas.

Nuestro primer invitado, José García Velázquez, miembro de la comisión deontológica del colegio de médicos de Segovia se muestra muy claro en su oposición frontal a la proposición de ley afirmando que se está aprovechando la pandemia de covid para este tipo de propuestas que atentan contra la dignidad de las personas. Afirma que los médicos están educados para la vida y que la eutanasia no es otra cosa que la provocación de una muerte, aunque luego el término se envuelva con otros aderezos.

José María López, consiliario de Frater Segovia y del movimiento de Vida Ascendente considera que esta proposición de ley, promovida en una situación excepcional que ha castigado muy fuerte a los más débiles demuestra una falta de sensibilidad terrible por parte de sus impulsores. Es algo inhumano, llega a decir. Nos pasa revista a la enseñanza de la Iglesia sobre el cuidado de la vida al final de la misma, que nunca olvida que el hombre, en cualquier circunstancia, es imagen de Dios.

Ambos invitados señalan la coincidencia entre la deontología médica y la doctrina social de la Iglesia en la defensa de la vida y la dignidad de la persona y abogan con claridad por la aplicación de los cuidados paliativos como única alternativa aceptable frente a la eutanasia y el ensañamiento terapéutico. Por último, nos explican los riesgos de lo que se conoce como “pendiente resbaladiza”: en otros estados que ya cuentan con este tipo de prácticas, cada vez se abre más la mano para la aplicación de una eutanasia activa a casos distintos para los que estaban concebidas.

En la sección de El Laico ante el espejo, titulada esta vez La dimensión social de la eutanasia, David nos habla de las paradojas de la sociedad actual. En efecto, hemos hecho del cuidado de la naturaleza una apuesta señera de la sociedad que queremos construir, pero a la vez se cuestiona el valor de la vida humana en aras de una supuesta “humanidad”. Es decir: somos conservacionistas para lo que nos resulta agradable, pero también alentamos la cultura del descarte. Llevamos meses con lo de la covid clamando por un mejor cuidado de los ancianos, los enfermos y los vulnerables y a la vez planteamos mecanismos para facilitar su muerte.

¿Qué hemos de hacer los cristianos ante estas contradicciones de la sociedad? Demostrar coherencia de vida y también salir a la plaza pública a defender nuestras ideas con prudencia, con respeto a otras opiniones, pero con firmeza y convencimiento

de las nuestras. El reciente documento del Vaticano Samaritanus bonus, en el que se expone la doctrina de la Iglesia sobre los cuidados a los enfermos en fases críticas y terminales afirma que estas propuestas denotan la triste realidad de un individualismo creciente en el que “el hombre pretende salvarse a sí mismo sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás”.